Iglesias
Cristianas de Dios
[CB16]
Moisés y
el Éxodo
(Edición 2.0 20020301-20070129)
Moisés fue elegido por Dios para guiar a los israelitas fuera de Egipto en
donde eran esclavizados. Por medio de Moisés y Aaron Dios realizó muchos
Milagros y dio señales para demostrar que Él era el Único Dios Verdadero, el Todopoderoso.
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Moisés y el Éxodo [CB16]
Para comenzar es
importante saber por qué los israelitas estaban en Egipto y cómo fueron esclavizados.
También es importante conocer la historia de José (ver el artículo José: el Hijo de Jacob Parte I (No. CB15).
Jacob, que luego recibió
el nombre Israel, se fue a vivir a Egipto con sus once hijos y sus familias. Había hambruna en Canaán donde ellos vivían. José, el hijo favorito de Jacob, era gobernador en
Egipto y los invitó a ir a vivir allá, donde había abundante comida. Los descendientes
de Jacob (Israel) eran setenta cuando se fueron a Egipto (Ex. 1:1-2).
Después de haber
gobernado Egipto por muchos años José murió a la edad de 110 años. Antes de
morir le dijo a sus hermanos que Dios algún día traería a los israelitas de vuelta
a Canaán (Gen. 50:15-21).
Después de la
muerte de José y de todos sus hermanos, el número de israelitas en Egipto se
incrementó muchísimo. La tierra estaba llena de ellos (Ex. 1:6-7).
Durante los dos
siglos siguientes los israelitas en Egipto aumentaron hasta llegar a dos
millones. Muchos Faraones gobernaron y murieron durante este tiempo, y
finalmente José fue olvidado por los Faraones (Ex. 1:8). El siguiente Faraón
mencionado en la historia de la Biblia no quería a los israelitas. Él vio que
ellos se estaban volviendo muy numerosos y entonces les dio trabajos muy
difíciles para hacer. Pero en vez de disminuir, ellos continuaron creciendo en
número. Los egipcios los trataron muy mal. Finalmente los israelitas se
convirtieron en esclavos bajo el control de los egipcios. Ellos trabajaban
mucho y por largas horas cada día (Ex. 1:8-14).
Al ver que los
israelitas no disminuyeron en número, el Faraón ordenó que todos los bebés
varones que nacieran debían ser asesinados por las parteras egipcias (Ex. 1:15-16).
Con esta terrible acción el Faraón pensó que podría controlar a los israelitas.
Pero las parteras no
pudieron hacerlo. Ellas le dijeron al Faraón que las mujeres
israelitas eran fuertes y que no necesitaban ayuda a dar a luz a sus bebés.
Dios se aseguró que estas mujeres no fueran castigadas por su bondad (Ex.
1:17-21). Hay una lección importante para nosotros aquí en las acciones de las
parteras. Aquellos que obedecen a Dios en vez de al poder gobernante son
protegidos y reciben herencia (Ex. 1:21-22).
Entonces el
Faraón hizo que los soldados llevaran a los bebés varones recién nacidos y los tiraran al río Nilo, y ellos se ahogaron
(Ex. 1:22). Para ese entonces los
israelitas se sintieron condenados y desearon escapar de Egipto.
La vida
de Moisés muestra el Plan de Salvación
La historia de Moisés sólo es el relato de haber liberado un grupo de
esclavos de Egipto. Esta nos muestra el Plan de Salvación de Dios como se ve
desde la Biblia.
El Plan de Salvación se puede apreciar desde las circunstancias del
nacimiento de Moisés y en las etapas de su vida. Su vida se dividió en tres
etapas de cuarenta años cada una. El vivió 120 años (Deut. 34:7).
Los primeros cuarenta años transcurrieron en Egipto. Los segundos cuarenta años transcurrieron en Madián como pastor (Hechos 7:29), y los
últimos cuarenta años transcurrieron en el desierto. El Plan de Salvación es de
seis mil años, y continuará con el reinado de Jesucristo por mil años
(Apocalipsis. 20:2‑6).
A partir de la vida de Moisés también podemos comprender que la secuencia
de seis mil años se divide en tres etapas de aproximadamente cuarenta Jubileos
cada una. Ahora bien, un Jubileo corresponde a cincuenta años. Entonces una
etapa es de 40 x 50 = 2.000 años. Por lo tanto, tres etapas debe ser igual a 2.000 x
3 = 6.000 años.
Nace
Moisés
Una pareja
israelita de la tribu de Levi que vivía cerca del Río Nilo tuvo un hermoso bebé
varón. Ellos lograron ocultar al bebé de las autoridades por tres meses. Cuando
vieron que no podían ocultarlo más lo colocaron en una canasta recubierta de
alquitrán y lo dejaron flotar en los juncos en la orilla del río. Su hermana se
quedó cerca para ver lo que le pasaba al bebé (Ex. 2:1-4).
Finalmente la hija
del Faraón vino a lavar al río y vio la canasta. Ella se dio cuenta que el bebé
era israelita, pero él era tan hermoso que ella quiso quedarse con él y
protegerlo (Ex. 2:5-6). Entonces la hermana del bebé acudió a la princesa y se
ofreció a encontrar una nodriza para el bebé. Por supuesto ella corrió a su
madre verdadera y la princesa le pidió a la mujer que cuidara al bebé que ella
inclusive le pagaría. Ellos tampoco estarían en peligro (Ex. 2:7-9).
Cuando el niño
creció, fue devuelto a la hija del Faraón. Ella lo llamó Moisés (Ex. 2:10).
Moisés fue educado con los conocimientos y la estructura militar de Egipto y
pronto se convirtió en un oficial de alto rango en la armada egipcia. Dios lo
estaba preparando para una grandiosa tarea. Después él tendría que organizar y
reunir a Israel y conducirlos en el desierto.
Cuando tenía
aproximadamente cuarenta años de edad Moisés se preocupó más por el bienestar
de su propio pueblo y menos por los egipcios.
Moisés
huye a Madián
Moisés se dio
cuenta de lo mal que los egipcios trataban a los israelitas. Este era su pueblo
por eso él estaba preocupado. Una vez intervino para intentar salvar a un
israelita al cual un egipcio estaba matando a golpes.
Moisés intervino y mató al egipcio, y
cuando nadie miraba ocultó su cuerpo en la arena (Ex. 2:11-12).
Moisés pronto
supo que este incidente había sido visto por otros. Cuando el Faraón supo de
esto, pensó en matar a Moisés (Ex. 2:15). Entonces, Moisés se escapó de Egipto
y se fue a Madián. Este fue el fin de los primeros cuarenta años, o la primera
etapa de la vida de Moisés.
En Madián Moisés
conoció a Séfora, una de las siete hijas de un sacerdote llamado Reuel y se
casó con ella (Ex. 2:16-22). Ellos con el tiempo tuvieron dos hijos. Moisés
vivió y trabajó en Madián como pastor por cuarenta años. Esta segunda parte de
su vida también es importante. El tiempo que el pasó cuidando rebaños fue para
mostrarnos que Israel pasaría cuarenta
Jubileos (2.000 años) desarrollando su historia y tradición bíblica. Esto representa
el tiempo comprendido desde Abraham hasta el Mesías.
Luego de tantos
años trabajando como esclavos para los egipcios los israelitas clamaron a Dios.
Dios escuchó lo infelices y miserables que eran. Él eligió una persona especial
para sacar a Su pueblo fuera de Egipto. Veremos a continuación que Dios eligió a Moisés para guiar a Su
pueblo.
Moisés
y la zarza ardiente
Moisés había
estado en Madián por aproximadamente cuarenta años cuando un día vio algo extraño
en una montaña cercana (Ex. 3:1,2). El Ángel del Señor apareció ante él en la
llama de una zarza ardiente, que no se consumía con el fuego (Ex. 3:3).
Aquí es
importante hablar un poco sobre este ángel. El ángel del Señor era el mensajero
de Dios. Este ángel, que representa la Presencia o Gloria de Dios, era
Jesucristo antes de venir a la tierra como hombre. Él fue puesto a cargo de Israel.
En esta historia veremos como
el Ángel los sacó fuera de Egipto por medio de Moisés y los llevó a la Tierra Prometida.
En ese momento
Moisés sintió curiosidad por este arbusto ardiente porque no se consumía. Al
acercarse al arbusto el Ángel de Jehová, hablando como representante de Dios
Padre, llamó a Moisés y Moisés respondió (Ex. 3:4).
Él le dijo a
Moisés que no se acercara mas y que se quitara sus zapatos porque el lugar en
donde estaban era tierra santa (Ex. 3:5). Moisés estaba tan asustado que escondió su cara. El Ángel continuo diciendo, “Soy el Dios de tu
padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Este es el
mismo Ángel hablando como el mensajero de Dios. La voz también le dijo que iba
a liberar a los afligidos israelitas de los egipcios. Dios aquí se reveló ante
Moisés y por lo tanto ante Israel, por medio de Cristo. Luego, se revelaría Él mismo al mundo por medio del Mesías en
persona.
El Ángel le pidió
a Moisés que acudiera al Faraón y le dijera que dejara a su pueblo en libertad
(Ex. 4:6-10). Moisés se asustó aún
mas en ese momento. Se
preguntó por qué Dios lo había elegido a él para ir al Faraón con este pedido.
Él pensó que no podía hablar muy bien el idioma egipcio y además que tenía un
problema en el habla. Pero el Ángel le dijo que iría con él (Ex. 4:11-12).
Moisés argumentó
que el pueblo no le iba a creer y que le iban a preguntar cuál era el nombre
del mensajero. El Ángel respondió, “YO SOY EL QUE SOY”. Esto en realidad
significa Yo soy el que seré en hebreo original. El Ángel dijo: “Dile al
los hijos de Israel, ‘YO SOY me ha enviado a vosotros’” (Ex. 3:14-15).
Moisés recibió la
instrucción de reunir a los mayores de Israel y decirles lo que el Mesías le
había dicho. Luego de esto Moisés debía ir ante el Faraón y decirle, “El Señor
Dios de los hebreos se ha reunido con nosotros y ahora déjanos partir, te suplicamos, tres días de
viaje en el desierto, para que podamos ofrecer sacrificios al Señor nuestro
Dios” (Ex. 3:16-22).
Moisés aún temía
que el pueblo no le creería. Dios le dio a Moisés tres señales que mostrarían
que él había hablado con Dios y que estaba diciendo la verdad (Ex. 4:1).
La primera señal
era que su vara de pastor se podía transformar en una serpiente y luego
nuevamente en vara o bastón (Ex. 4:1-5). Esto significaba que Moisés había
recibido el poder de los demonios de Satán.
La segunda cosa
que le pidió a Moisés que hiciera fue poner su mano dentro de su campera (pecho). Él lo hizo y la mano salió leprosa.
Esta es una enfermedad que hace que la piel se vuelva blanca y enferma.
Entonces le dijo a Moisés que colocara su mano una segunda vez dentro de su
campera y salió saludable nuevamente (Ex. 4:6-7). Esta señal significaba que
Moisés tenía poder sobre la carne humana.
Luego el Ángel le
dijo que si el pueblo no le creía en las dos primeras señales o no escuchaban
lo que él tenía que decir, habría otra señal. Le dijo a Moisés que tomara agua
del río y la derramara en tierra seca. En ese proceso Dios convirtió el agua en
sangre (Ex. 4:8-9). Esta señal indicaba que Moisés tenía los poderes del
Espíritu de Dios.
Moisés luego se
quejó de que no podía hablar muy bien. Pero el Ángel le dijo que su
hermano Aaron sería su vocero (Ex.
4:10-17). El Señor, que era el Ángel, también le dijo a Moisés que les
enseñaría a ambos lo que tendrían que decir cuando llegara el momento. Esta
relación entre Moisés y Aaron era como la
relación entre Cristo y Dios. A Cristo se le dijo que fuera la ‘palabra’ o el
vocero de Dios como vemos arriba. De manera similar, Aaron debía ser el vocero
de Moisés.
Así terminaron los segundos cuarenta años, o la segunda etapa, de la vida
de Moisés. Para este momento Moisés tenía ochenta años. Desde aquí continuamos hasta
los últimos cuarenta años o la última etapa de su vida.
Moisés
va a Egipto
Moisés le dijo
adiós a su suegro y tomo a su esposa Séfora y a sus dos hijos y comenzó su viaje
a Egipto. Pero en el camino, el Señor se encontró con Moisés y ‘buscó matarlo’
(Ex. 4:18-23).
El motivo fue que Moisés no había hecho circuncidar a su hijo, como había
sido encomendado a Abraham. Entonces Séfora tomó una piedra afilada y cortó el prepucio
de su hijo y tocó con él los pies de Moisés (Ex. 4:24-26). Ella se enojó con
Moisés y quizás él envío a su familia a casa en este momento, como a
continuación lo vemos partiendo a Egipto con su hermano Aaron.
Cuando Moisés se
encontró con Aaron le dijo todo lo que el Señor le había dicho. Entonces ellos
acudieron a los mayores y les contaron todo lo que el Señor les había dicho.
Ellos hicieron las señales para que la gente viera y ellos creyeron. Ellos
sabían que el Señor finalmente había enviado a alguien para sacarlos de Egipto.
El Éxodo en el
capítulo 5 relata la primera visita de Moisés y Aaron al Faraón. El Faraón no
estaba preparado para dejar ir al pueblo. Él incluso decidió hacer su trabajo
más difícil porque decía que ellos eran perezosos. Él acusó a Moisés de
distraer al pueblo de su trabajo. Entonces decidió que el pueblo debería reunir
su propia paja para hacer los ladrillos. Esto llevaba mucho más tiempo y aún
así se esperaba que ellos hicieran el mismo número de ladrillos por día. Después
eran golpeados porque no producían suficientes ladrillos. El Faraón no quería
dejar que el pueblo partiera para hacer sacrificios a su Dios. Entonces el
Faraón intentó hacer las cosas muy miserables para el pueblo e incluso intentó
hacer que las personas dudaran de que Moisés era el siervo de Dios.
El Éxodo en el
capítulo 6 nos dice que Dios y Moisés hablaron nuevamente por medio del Ángel.
Para este momento Moisés se estaba desanimando. Dios le dijo a Moisés que Él
recordaba Su pacto o acuerdo con Abraham. Dios había oído los pedidos de ayuda
de los israelitas y prometió:
1) Sacarlos de
Egipto y de la esclavitud.
2) Redimirlos con
brazo extendido y con grandes actos justicieros.
3) Llevarlos ante
Él como un pueblo.
4) Ser un Dios
para ellos.
5) Llevarlos a la
tierra que Él había prometido a sus ancestros.
6) Darles esta
tierra como herencia (Ex. 6:6-8).
Moisés habló con
los hijos de Israel pero ellos no escucharon porque sus espíritus estaban
quebrantados por la cruel esclavitud en la que habían vivido.
Moisés no creyó
que el Faraón lo fuera a escuchar dado a que su propio pueblo no lo había
escuchado. Dios le explicó que Él utilizaría varias señales y maravillas en
Egipto, y por medio de esto el Faraón y los egipcios sabrían que el Único Dios Verdadero
había sacado a Su pueblo de Egipto.
Moisés
y Aaron se encuentran con el Faraón
Moisés tenía 80
años cuando fue a hablar con el Faraón. Aaron tenía 83 años.
El capítulo 7 del
Éxodo comienza con el relato de las diez plagas, que causaron gran dolor,
conflictos y problemas a los egipcios. Durante las primeras nueve plagas el
Farón siempre se negó a dejar que el pueblo de Dios partiera.
La primera señal
fue la vara de Aaron que se convirtió en una serpiente. Entonces el Faraón
llamó a sus magos y ellos hicieron lo mismo. Cada hombre arrojó su vara y estas
se convirtieron en serpientes. El Faraón pensó que sus magos eran mejores que
Dios. Pero la vara de Aaron se tragó
las varas de ellos. Sin embargo, el Faraón no se convenció y no escuchó ni a
Moisés ni a Aaron.
Las
Diez Plagas
Primera plaga: el agua se convierte en sangre.
El Faraón se
estaba bañando en el Río Nilo. La vara de Aaron tocó el agua y esta se
convirtió en sangre. Los peces murieron, el río tuvo un olor
hediondo y no hubo
agua fresca para que los egipcios pudieran beber por siete días. Los magos
también lograron convertir el agua en sangre (Ex. 7:22). Entonces el Faraón
tuvo una explicación para esto y no estaba convencido de que había sido algún
milagro de Dios.
Ocurrirá lo mismo en los Últimos Días cuando los científicos de tiempos
modernos intentarán explicar lo que está ocurriendo al planeta actualmente y
durante las trompetas y las copas de la Ira de Dios.
Segunda plaga: ranas
Aaron extendió su
vara sobre las aguas de Egipto y salieron ranas y cubrieron la tierra de
Egipto. Estaban en las casa, camas, y en los hornos de los egipcios. Sin embargo, los magos de Faraón también trajeron ranas. El Faraón le pidió a Moisés que le pidiera
a Dios que se llevara a las ranas y que él entonces dejaría partir al pueblo.
Moisés le aseguró que las ranas se irían de la tierra a la mañana. Entonces a
la mañana las ranas se murieron en la tierra. Una vez mas el Faraón tuvo una
explicación para esto y rompió su promesa. Él todavía no dejaría partir al
pueblo
Las ranas representaban los espíritus, pero no solo los de Egipto. Esta
plaga también es como los espíritus impuros de los Últimos Días. Ellos se
asemejan a ranas, que salen de la boca del dragón, la bestia y el profeta falso
(Ap. 16:13).
Tercera plaga: piojos
Aaron golpeó su
vara contra el polvo de la tierra y aparecieron piojos sobre el hombre y las
bestias. Todo el polvo de la tierra se convirtió en piojos en todo Egipto. Los
magos egipcios intentaron hacer esto también pero fallaron. Los magos le
dijeron al Faraón que esto era el dedo de Dios (Ex. 8:19). Moisés nuevamente le
pidió al Faraón que dejara al pueblo de Dios partir o sino vendría la próxima
plaga.
Vemos en Éxodo
8:20 que el Señor hizo que Moisés trajera la plaga de moscas sobre el hombre y
los animales de Egipto. Pero Dios puso una división o separación entre Su
pueblo y los egipcios. Porque los israelitas vivían en la tierra de Gosén, que
era como un suburbio separado de
Egipto, y Dios no permitió que ninguna de las moscas de la plaga fuera
allá.
Esta era una
señal para mostrar a todos que Israel era un pueblo separado y sagrado para
Dios. Además, es importante destacar que las moscas eran el símbolo de Belcebú, el dios de Ekron, entre los pueblos
cananitas. Este estos pueblos estaban relacionados con los egipcios. Una vez
más, vemos un ataque a las personas utilizando símbolos relacionados con otro
dios para mostrar que no tenían poder.
El Faraón una vez
mas prometió dejar partir al pueblo para ofrecer sacrificios a su Dios (pero no
muy lejos), si Moisés le pedía a Dios que levantara la plaga. Las moscas se
fueron, sin embargo, el corazón del Faraón estaba endurecido y no dejó al
pueblo partir.
Esto implicaba
una enfermedad que afectaba a los animales. Algunos dicen que esto pudo haber
resultado de las enfermedades esparcidas por las moscas, pero este pensamiento
científico moderno hizo que las personas dudaran que fue un milagro de Dios.
Todo el ganado de los egipcios se enfermó y murió. Ninguno de los animales de
los hebreos se enfermó. Aún así el Faraón no quería dejar partir al pueblo de
Dios. La misma idea del pueblo sagrado se extendía a su ganado. Esto fue para
demostrar los distintos requisitos para sacrificio. También sería símbolo del
sacrificio del Mesías. El toro era considerado sagrado en Egipto para el dios
Apis. Entonces la muerte del ganado fue otro ataque a uno de sus dioses.
Moisés tomo
puñados de ceniza del horno y los espolvoreo al cielo ante la vista del Faraón.
Esto trajo muy malos forúnculos, o llagas, sobre el hombre y las bestias. Pero
el Faraón aún no quería dejar partir al pueblo de Dios. Ni la medicina de los
magos era capaz de curar estos forúnculos.
Esta enfermedad también sucederá en los Últimos Días, cuando nuevamente
seremos afectados por terribles llagas, que surgirán de la marca de la Bestia
(Rev. 16:11).
Moisés advirtió
al Faraón sobre la próxima plaga. Le informó que si el hombre o las bestias no
eran llevados a casa cubiertos ellos morirían.
Esta fue la peor
tormenta de granizo mezclado con fuego que Egipto había visto jamás. Moisés extendió
su vara hacia el cielo y el Señor envió truenos y granizo, y fuego que se
precipitó a la tierra. Esto mató a hombres y bestias que estaban afuera;
destruyó árboles y mató plantas que estaban brotadas. Únicamente en Gosén,
donde estaban ubicados los israelitas, no hubo granizo.
El Faraón tuvo veinticuatro horas de aviso para llevar el ganado y al
pueblo a refugios. Este plazo fue dado para poner a prueba a los magos de
Egipto de quienes se pensaba que eran capaces de controlar el clima. Una vez más,
vemos que no pudieron evitar el trabajo de la mano de Dios.
Esta plaga será utilizada una vez más en los Últimos Días (Ap. 11:19;
16:21). Aquellos que temieron al Señor buscaron refugio. Aquellos que no lo
hicieron, murieron en los campos (Ex. 9:21). El Faraón se ablandó pero Moisés
dijo que sabía que el Faraón y sus siervos no temían al Señor Dios (Ex. 9:30).
El Faraón llamó a
Moisés para pedirle a Dios que detuviera el granizo y los truenos. Moisés le
dijo al Faraón que una vez que él se hubiera ido de la ciudad y hubiese
extendido sus manos al Señor el granizo y los truenos se detendrían. Una vez
más cuando la plaga se detuvo el Faraón cambió
de opinión y no quiso dejar partir al pueblo de Dios.
Dios continuo
mostrando señales y maravillas así todas las generaciones conocerían al Único
Dios Verdadero.
Las langostas son
como los saltamontes. Estas comerían todas las plantas verdes o árboles que no
habían sido totalmente destruidos por el granizo. El Faraón intentó hacer un
pacto con Moisés para que los hombres pudieran ir a adorar y a sacrificar, pero las mujeres y los niños tenían que
quedarse en Egipto. El Faraón intentaba mantener a las mujeres y niños como
rehenes entonces los hombres regresarían a
Egipto. Dios trata con nosotros como familias entonces este no era un
pacto aceptable. Entonces las langostas vinieron. Había tantas langostas que la
tierra estaba oscura. Comieron todo lo que quedaba en la tierra de Egipto. Una
vez mas, era obvio que sus dioses no tenían poder para detener esta plaga.
El Señor endureció el corazón del Faraón y de sus sirvientes para poder
mostrarle a todo el pueblo estas poderosas señales. El Faraón tenía que ser
humillado y el conocimiento de estos eventos iba a descender por generaciones
(Ex. 10:2). Todos entonces sabrían que el Único Dios Verdadero era Dios por
encima de todo. Las langosta fueron utilizadas para completar la destrucción de
los campos que había sido iniciada por el granizo (Ex. 10:3-6).
El Faraón una vez
más le pidió a Moisés que retirara las langostas, y Moisés lo hizo. Pero, como
todas las veces anteriores, el Faraón se negó una vez más a dejar partir al
pueblo de Dios.
Novena plaga: oscuridad
Esta oscuridad en
la tierra de Egipto hasta podía sentirse. Duró siete días. Sin embargo los israelitas tenían
luz en sus viviendas. Pasados
tres días el Faraón llamó a Moisés y le dijo que todo el pueblo podría ir y
adorar a Dios, pero que sus rebaños de animales tenían que quedarse. Los
animales eran parte de su sustento y una necesidad para los sacrificios al Gran
Dios.
Esta acción era un ataque directo al poder de la deidad suprema de Egipto,
el dios Sol o Ra o Amun-Ra.
El corazón del
Faraón estaba endurecido y él dijo, “aléjense de mi, ocúpense de ustedes
mismos, no vean mas mi rostro, porque el día en que vean mi rostro morirán.”
Moisés estuvo de acuerdo en que no volvería a ver al Faraón porque era el
momento de la última plaga.
El Ángel del
Señor le dijo a Moisés que los israelitas serían expulsados de Egipto. Moisés
recibió instrucciones de hacer que los israelitas tomaran cosas prestadas y que
pidieran obsequios a los egipcios. Los egipcios entregaron libremente sus joyas, plata y oro. Esta generosidad indicaba que ellos estimaban a Moisés y se acordaban de él
desde tiempos anteriores como oficial egipcio de alto rango. Además quizás los
egipcios estaban agradecidos por el trabajo que los israelitas habían hecho por
ellos.
Moisés supo que la
última plaga sería la muerte del primogénito hombre y bestia. El primer nacido
y todo lo primero es apartados y
sagrado ante Dios. Dios le dio instrucciones a Moisés para prevenir la
muerte de los primogénitos israelitas.
La
primera Pascua
El Éxodo en el
capítulo 12 nos dice: “Este mes será el comienzo de los meses para ustedes. Será el primer mes del año.” En el Décimo día del Primer mes un cordero será apartado por cada familia.
Estos corderos serán guardados hasta el día Catorce y luego serán sacrificados
al crepúsculo.
Ninguno de los
israelitas debía salir de sus casas hasta la mañana. El animal era asado entero sobre el fuego. Con el cordero ellos comieron hierbas
amargas y pan sin levadura. Cualquier parte del cordero que sobrara debía ser
quemada en el fuego antes de la mañana. Los israelitas debían comer rápido, y
debían estar completamente listos para viajar con sus zapatos puestos en los
pies y bastón en mano.
Cuando mataran al
cordero ellos debían embadurnar con un poco de la sangre los postes de las puertas. Esta era una señal de la protección de Dios. Cuando el ángel de la muerte pasó por la tierra a
media noche, sabía que debía ignorar las casas con la sangre en los postes de
las puertas.
Este evento debía
conmemorarse; como una Fiesta al Señor por generaciones (Ex. 12:14). Se guarda
como la Pascua cada año en el día Catorce del Primer mes.
Desde el
versículo 15 se nos dice que comamos pan sin levadura por siete días. El día 15
y el día 21 de Abib son días sagrados.
No debemos trabajar en estos días más que para preparar la comida. Debemos
sacar todo lo que tenga levadura de nuestras casas antes del día 15. A los
israelitas se les dijo que retiraran todo que tuviera levadura , como pan,
tortas, y galletas de sus casas antes de dejar Egipto (Ex. 12:15).
Esta semana en la
cual no comemos alimentos con levadura debe ser guardada por siempre por
nosotros. Hay mucho mas que podemos aprender sobre esta Fiesta pero eso será
tratado en el documento Los Días Sagrados de Dios (No. CB22).
Esa noche Dios
juzgó a todos los dioses de Egipto. Cada plaga estuvo dirigida a uno de los
dioses que los egipcios adoraban. Sin duda estas plagas fueron cosas terribles
para presenciar y aún mas horribles de padecer. Sin embargo, el farón se había
convertido en un dios para su pueblo y todo este horror era para probar a todos que ningún rey,
príncipe, o ídolo tenía ningún poder contra el Único Dios Verdadero.
Obedeciendo la
instrucción de Dios, los israelitas comieron la comida de Pascuas apurados y
estaban vestidos y preparados para partir.
Décima plaga: la muerte del primogénito de Egipto
A media noche
todos los primogénitos de Egipto, tanto del hombre como la bestia, murieron.
“Desde el primogénito del Faraón que se sentaba en el trono hasta el
primogénito de los prisioneros que estaba en la mazmorra y todos los
primogénitos del ganado” (Ex. 12:29). Hubo muchos lamentos en Egipto, porque
cada familia perdió a alguien. Sin embargo, los israelitas estaban a salvo en
sus hogares habiéndoseles dicho de la protección de las puertas manchadas con
sangre (Ex. 12:27-28). Nuevamente esto era para mostrar una distinción entre
los dos pueblos.
Para este momento
el Faraón debía haberse dado cuenta que el Dios poderoso de los israelitas era
mas grandioso que cualquier otro dios que él conocia. Sus dioses habían sido
virtualmente asesinados. Él ahora estaba apurado por deshacerse de todos los
israelitas.
El Éxodo
El Faraón llamó a
Moisés y Aaron a la noche y les dijo (Ex. 12:31ff.), “Levántense, salid de en
medio de mi pueblo, tanto ustedes como los hijos de Israel, y vayan y sirvan al
Señor, como han dicho. También tomen sus manadas y rebaños, como han dicho, y
váyanse; y bendíganme también.”
Israel dejó
Egipto en el mismo día en que habían llegado a Egipto 430 años antes (Ex.
12:40-41). Dios les dijo a los israelitas que les contaran esto a sus hijos a
través de sus generaciones. Él no quería que se olvidaran cómo los había liberado
de la esclavitud de los egipcios (Ex. 13:3-10). Es una “Noche para ser Muy
Conmemorada”, una “Noche para Observar”
por todas las generaciones por siempre.
El Ángel del
Señor condujo a Israel fuera de Egipto, los guió como una columna de nubes durante
el día y como una columna de fuego durante la noche. El Ángel del Señor nunca
dejó Israel. Dios llevó a los israelitas a la libertad a través del desierto
del Mar Rojo. Esta fue una ruta mucho más difícil pero los israelitas solo
podían ir hacia adelante y no volver hacia Egipto, aún si estuvieran tentados y
así quisieran.
Luego de
que su partida, el Faraón se arrepintió de su decisión de permitir que los
israelitas se fueran. Los egipcios ahora habían perdido a sus esclavos.
Entonces preparó sus carruajes y sus soldados para perseguir a los ex esclavos.
Pronto el Faraón
y su ejército fueron vistos por los israelitas cuando se acercaron al Mar
Rojo. Aunque los israelitas habían
visto todos los milagros y señales del Único Dios Verdadero ellos se quejaron y
quisieron regresar a Egipto.
Moisés les había
dado las siguientes instrucciones: “No teman. Solo quédense quietos y verán la
maravillosa forma en que el Señor los rescatará hoy. Porque no verán nunca mas
a los egipcios que ven hoy. El Señor va a pelear por ustedes, y ustedes tendrán
paz” (Ex. 14:13-14).
Moisés levantó su
vara y dividió el Mar Rojo en dos entontes había un camino seco para que los
israelitas pudieran caminar por él. La columna que estaba antes de los
israelitas ahora se movió detrás de ellos. La columna ahora estaba entre los
egipcios y los israelitas. La columna era oscuridad para los egipcios, pero les
daba luz a los israelitas. El fuerte viento del este hizo que el lecho del mar
estuviera seco aquella noche, y los hijos de Israel caminaron a través del Mar
Rojo sobre tierra seca.
Los egipcios
continuaron persiguiendo a los israelitas. Cuando el último de los israelitas
había cruzado Mar Rojo, Moisés levantó su vara nuevamente y el mar tragó a los
egipcios. Así es como el Único Dios Verdadero salvó a Israel de la esclavitud
de los egipcios.
“Entonces Israel
vio el gran trabajo que el Señor hizo contra los egipcios: y el pueblo temió al
Señor, y creyó en el Señor, y en Su siervo Moisés” (Ex. 14:31).
Ver también el
artículo Moisés y los Dioses de Egipto (No. 105).
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