Iglesias Cristianas de
Dios
[CB49]
Balaam
(Edición 2.0 20050709-20061126)
Balac vio todo lo que Israel había hecho a los amorreos y Moab estaba aterrada.
Así que Balac, rey de Moab en ese momento, envió mensajeros
a llamar a Balaam. Este papel ha sido adaptado de los
capítulos 46 y 47 de The Bible Story Volumen II por Basil Wolverton, publicado por el Ambassador College Press y cubre Números capítulos 22 al 25 en la Biblia.
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(Derechos reservados © 2005, 2006 Christian Churches of God, ed. Wade Cox)
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Balaam
Continuamos aquí del papel Agua de la roca (No. CB48).
Moab hace planes en contra de los Israelitas
Entretanto,
las noticias de lo qué había ocurrido rápidamente se extendieron por las
naciones circundantes cuyos gobernantes se agitaron al saber que había emergido
repentinamente un poderoso ejército del sur. Probablemente el gobernante más
preocupado era Balac, rey de Moab. Él no se percato, cuando Israel había pasado
en silencio a lo largo de la frontera este de su nación, que estas personas poseían
una gran fuerza militar.
Balac había
oído que Balaam tenía el poder, a través de Dios, de bendecir a las personas y
maldecirlas. Tal poder, pensó, podría ser mucho mayor que el de cualquier mago
o encantador que trabajara a través de hechizos y mezclas extrañas y mágicas.
"Si este
Balaam puede ser contratado para pronunciar una maldición sobre la nación de
Israel, "Balac le dijo a sus oficiales, "ese pueblo podría ser tan
lisiado que podríamos desterrarlo o incluso destruirlo. Debemos probar cada
manera posible para mantener a distancia a esos Israelitas, y por consiguiente
quiero que Balaam sea traído aquí."
El rey envió
inmediatamente a varios de sus príncipes hacia el este a Madian, donde se les
unieron por príncipes Madianitas. La caravana luego siguió hacia el norte a la
ciudad de Petor donde Balaam vivía, llevando con ellos la retribución por la adivinación.
Luego dijeron a Balaam lo qué Balac había dicho:
“Un pueblo ha salido de Egipto; cubre la faz de la tierra y se han establecido frente a mí. Ahora ven y échales una maldición, porque son demasiado poderosos para mí. Quizá luego podré derrotarlos y desterrarlos del país. Porque se que a los que bendices son bendecidos y a los que maldices son maldecidos” (Núm. 22:1-7).
Balac sabía que lo que dijo no era verdad. Dios había prohibido que
Israel atacara a Moab (Deut. 2:5, 9, 19). Balac estaba celoso de Israel porque
Dios los había bendecido y no a Moab. Los Moabitas adoraban a dioses falsos y
por eso no eran favorecidos por el Único Dios Verdadero.
“Pasen la noche aquí,” Balaam les dijo, “y les traeré la respuesta que
el Señor me de.” Así que los príncipes Moabitas se quedaron con él (v. 8).
El Señor vino a Balaam y le preguntó: "¿Quiénes son estos hombres
contigo?" Balaam le dijo al Señor que los hombres habían venido a pedirle
que pusiera una maldición sobre Israel (v. 9-11).
"No vayas con estos hombres para maldecir a los
israelitas, porque son benditos", el Señor le dijo. A la mañana siguiente,
Balaam se reunió con los príncipes, y les dijo que regresaran a su país porque
el Señor se había negado a dejarlo ir con ellos (v. 12-13).
Así los príncipes regresaron y le dijo a Balac que Balaam se negó a venir.
Entonces Balac envió otros príncipes, más numerosos y más distinguidos que los
primeros (v. 14-15).
Llegaron a Balaam y le dijeron: "Balac, dice: No dejes que nada te
impida venir a mí, porque yo te recompensare generosamente y hare lo que tu
digas. Ven a poner una maldición sobre esta gente para mí"(v. 16).
Pero Balaam les respondió: "Aunque Balac me diera su casa llena de
plata y oro, yo no podría hacer nada grande o pequeño para ir por encima del
mandato del Señor mi Dios. Ahora quédense aquí esta noche como los demás y voy
a saber qué me dirá el Señor "(v. 18-19).
Esa noche el Señor vino a Balaam y le dijo: "Dado que estos hombres
han venido a llamarte, ve con ellos, pero harás sólo lo que yo te diga"
(v. 20).
Balaam se levantó la mañana siguiente muy temprano y se fue con los príncipes. Pero Dios se enojó con Balaam en vista de su actitud, y el ángel de Jehová se puso en el camino para enfrentarse a él. Balaam iba montado en su asna y sus dos criados iban con él. Cuando el asna vio al ángel del Señor que estaba en el camino con la espada desenvainada en la mano, se salió del camino hacia un campo. Balaam enfurecido por la acción inusual del animal, la golpeó para hacerla volver al camino (v. 21-23).
Su ira se
hubiera desvanecido rápidamente si se hubiera dado cuenta de lo que había
sobresaltado al asna, pero el ángel se había hecho visible sólo para el asna.
Después el ángel estaba en un camino estrecho entre dos viñedos, con paredes en
ambos lados. Cuando el asna vio al ángel del Señor ella se recostó a la pared,
aplastando el pie de Balaam contra el. Así que él la golpeó otra vez (v.
24-25).
Luego el ángel
del Señor siguió adelante y estaba en un lugar estrecho donde no había espacio
para girar, ya sea a la derecha o a la izquierda. Cuando el
asna vio que no podía pasar por el ángel, colapsó con miedo y se echo debajo de
Balaam, y él se enojo y la golpeo de nuevo (v. 26-27).
Con Dios todo es posible (Mrc. 10:27). Entonces el Señor abrió la boca del asna, y le dijo a Balaam: "¿Qué te he hecho para
que me hayas azotado estas tres veces?" (v. 28).
Balaam estaba
asombrado de que el animal realmente había hablado pero de alguna manera se
sintió obligado a contestar. “Porque me has puesto en ridículo. Si tuviese una
espada en mi mano, te mataría ahora mismo” (v. 29).
Luego el animal
habló otra vez. “¿No soy yo tu asna, en la que siempre has cabalgado, hasta el
día de hoy? ¿He acostumbrado hacerlo así contigo?”
“¡No!” finalmente logró
mascullar (v. 30).
Dios
luego le dio a Balaam la capacidad para ver repentinamente al ángel. Así que él
se inclino y cayó boca abajo. El ángel del Señor le preguntó, “¿Por qué has
azotado a tu asna estas tres veces? He venido aquí para enfrentarme a ti porque
tu camino es perverso delante de mí. El asna me vio y se ha apartado dando
media vuelta tres veces. Si ella no se hubiera apartado ciertamente te hubiera
matado, pero habría tenido piedad de ella” (v. 31-33).
Balaam comprendió
qué tan equivocado había sido el codiciar la fortuna ofrecida por maldecir a
Israel. “¡He pecado!” Alzó la voz. “No
me percaté que tu estabas en el camino para hacerme frente. Ahora si te parece
mal, entonces regresaré” (v. 35).
El ángel dijo a
Balaam, “Ve con los hombres, pero habla sólo lo que te diga.” Así que Balaam
fue con los príncipes a Balac.
Dios sabia que
el corazón de Balaam no era correcto y que hablaba por la recompensa que recibiría.
Así que Dios no le dejaría maldecir a Israel en Su nombre, que es lo que Balaam
tenia la intención de hacer. La Biblia nos dice en Miqueas 3:11 que está mal
que los sacerdotes enseñen por recompensa (salario). La palabra de Dios es
gratis (ref. Pro. 23:23). Si el sacerdocio no se arrepiente de esto, Cristo
dijo que los castigaría con la espada de su boca (vea Apo. 2:14-16). La espada
simboliza juicio divino.
Balaam
gustosamente accedió a los términos de Dios, pero recordó la riqueza de Balac.
Acompañado por sus dos siervos, quienes excitadamente habían observado y oído
su extraña experiencia a sólo una corta distancia, él precipitadamente se reunió
con los príncipes que regresaban hacia Moab (Núm. 22:34-35).
Cuando Balac oyó
que Balaam venía salió a su encuentro en el pueblo Moabita de Arnón.
¿“Porqué
no viniste a Moab la primera vez que envié por ti?” El rey Balac preguntó un
poco impacientemente, al encontrarse con Balaam. “¿No sabes que puedo recompensarte?”
(v. 36). Balaam estaba encantado de oír mencionar la recompensa otra vez. Él
otra vez comenzó a pensar más acerca de eso y menos alrededor de la advertencia
de Dios dada a través de Su ángel.
Balaam
contestó. “Aquí estoy a final de cuentas, pero quiero que sepas que no tengo
poder para maldecir o bendecir a cualquier nación a menos que Dios me dé ese
poder. Puedo hablar sólo lo que Dios diga que hable” (v. 37-38). Balaam tuvo el
cuidado de hablar de tal manera que el Rey Balac no se diera por vencido, sino
que hiciera un intento más fuerte por comprar sus servicios. Él se había hecho
codicioso por la recompensa que Balac prometió.
El rey estaba
convencido de que el profeta en cierta forma podía hacer descender la ira de
Dios sobre Israel. Luego Balaam fue con Balac más allá en Moab, al pueblo de Quiriat-huzot,
que significa “ciudad de calles”. Balac sacrificó bueyes y ovejas y dio una
cierta cantidad a Balaam y los príncipes que estaban con él. La siguiente
mañana el rey llevó a Balaam hacia Bamot-baal, y de allí vio parte del pueblo
(v. 39-41).
Balaam sabia de esta nación que había salido de Egipto, y sabía que el Dios de los Israelitas era el Único Dios Verdadero - el Único a quien temía. Él comprendió que se había topado con un grave problema. Si le pedía a Dios que maldijera a Israel, él le estaría pidiendo que aplastara a la nación que el Creador había escogido por una razón muy definitiva. Balaam decidió tratar de ponerse en comunicación con Dios.
Entonces Balaam
dijo, “Constrúyeme siete altares aquí, y prepárame siete becerros y siete
carneros”. Balac hizo esto y los dos ofrecieron un becerro y un carnero en cada
altar (Núm. 23:1-2).
Balaam dijo a
Balac, “Espera aquí mientras voy. Tal vez el Señor venga a encontrarse conmigo.
Lo que sea que me revele te lo diré.” Luego se marchó a un monte alto (v. 3).
Porque Dios
usaba a Balaam para un propósito - y no por los sacrificios que Balaam le había
pedido a Balac que hiciera, el Señor puso un mensaje en la boca de Balaam y
dijo, “Vuelve a Balac y dile este mensaje”. Cuando Balaam regresó encontró a
Balac de pie al lado de su ofrenda, con todos los príncipes de Moab. Luego
Balaam pronunció su oráculo:
“Balac me trajo
desde mi casa en Aram en las montañas de oriente. El deseo del rey ha sido que
traiga la ira de Dios sobre Israel, la nación que recientemente ha subido de
Egipto para destruir a los Amorreos. Dios es el Dios de Israel. Sería imposible
que yo trajera una maldición de Dios sobre una nación que el ya ha bendecido.
Sería más tonto, de hecho, para cualquiera o cualquier nación tratar de ir en
contra de una nación de la que Dios no va sino que la protege.
Dios ha
escogido a este pueblo para un gran propósito. Israel siempre sobresaldrá por
encima de otras naciones, y será una cuyos números pueden ser comparados con
los números de granos de polvo en el suelo. Confío en que cuando muera, mi
muerte será tan honorífica como las de esas personas que vemos abajo de quiénes
han sido escogidas para un gran propósito” (v. 6-10).
Un punto
importante sobre el que pensar aquí es que el Diablo quería maldecir a Israel
para que Cristo fuera maldecido. Pero Dios no iba a dejar que eso ocurriera.
Balac estaba asombrado e irritado por el discurso inesperado de Balaam. Él esperaba una maldición, pero las palabras de Balaam, que Dios quería que hablara, equivalían a una magnífica bendición en vez de una maldición.
“¿Porqué
has hablado estas buenas cosas acerca de Israel?” El rey coléricamente
preguntó. “Te traje aquí para maldecir a mis enemigos, pero no has hecho nada
sino bendecirlos” (v.11).
“¿No
tenia que decir lo qué Dios me dijo que dijera?” Balaam preguntó (v. 12).
El
rey Moabita luego le pidió a Balaam que fueran a otra montaña de la cual sólo
una parte de Israel podía mirarse. Era el plan de Balac que Balaam debía
maldecir a los Israelitas desde allí. Así que lo llevó al campo de Zofim en la
cumbre del Pisga, y allí construyó siete altares y ofrecieron un toro y un
carnero en cada altar (v. 13-14).
Mientras tanto,
Balaam otra vez fue hacia una sección remota de la montaña para tratar de
contactar a Dios (v. 15). Si bien Balaam estaba todavía codiciando la
recompensa de Balac, Dios muy pacientemente esperaba ver si Balaam finalmente
se arrepentiría y dejaría de servirse a sí mismo y al diablo. Aunque tenía
temor de Dios él no se arrepintió.
Otra vez tuvo
éxito, pero sólo porque Dios tenia la intención de contactarlo. Otra vez un
mensaje fue puesto en la boca de Balaam y recibió instrucciones de regresar y
dar a Balac el mensaje (v. 16).
Así por segunda
vez Balaam regresó de la montaña visitada por el Señor para reportar al rey
Balac.
“¿Qué ha dicho
Dios?” Balac serenamente preguntó, aunque ansiosamente esperaba que Dios o
Balaam hubieran experimentado un cambio de pensamiento (v. 15-17). Luego él
pronunció su oráculo:
“El
ha dicho que tu, Balac, deberías escucharlo,” Balaam contestó. “Él ha dicho que
tu deberías de enterarte que él no miente, como lo hace un hombre mortal, y que
él seguramente llevará a cabo cualquier propósito o promesa que él haya hecho.
Dios ha bendecido a Israel, y he recibido instrucciones de seguir según esa
bendición. Sería imposible que yo cambie la bendición de Dios en una maldición.
“Tu
deberías saber que Dios no ha considerado los defectos de Jacob, el antepasado
de Israel, como algo tan malo como para que todos los descendientes de Jacob
deban ser maldecidos en el olvido. Dios sacó a Israel de Egipto, y dio a esa
nación la fuerza del gran búfalo. Ninguna oración, ningún arte, ningún oficio
ni ningún encantamiento de terceros pueden afectar a Israel. Para el tiempo que
viene las personas se maravillarán de cómo esta nación fue mantenida viva bajo
la protección de Dios. De hecho, Israel se llegará a conocer como un león joven
que no descansa hasta que haya comido bien de su presa, y esa presa serán las
naciones que pueden ser comparadas con gacelas, ciervos y otros animales mucho
más débiles que el león” (v. 18-24).
Balac
observo en estado de shock al profeta. Balaam estaba llevando la paciencia del
rey al extremo. Si no hubiera estado tan desesperado por una ayuda en contra de
Israel, él habría mandado fuera de su presencia al profeta. “Si tu no
maldecirás a los Israelitas ahora,” Balac masculló cansadamente, “entonces por
lo menos puedes refrenarte de pronunciar una bendición sobre ellos.” Balaam
otra vez contestó que él debía hacer lo que el Señor dijo (v. 25-26).
Luego Balac
dijo, “Ven, te llevare a otro lugar. Quizá le complazca a Dios dejarte
maldecirlos para mí desde allí.” Y Balac llevó a Balaam a la parte superior del
Mt. Peor, que mira hacia el desierto. Balac quedó consternado al oír a Balaam
pedir por tercera vez que siete altares fueran construidos para sacrificar
animales (v. 27-29).
Pero otra vez
pensó que podrían influir para que Dios lo dejara maldecir a Israel así que
podría obtener la recompensa de Balac. Balac dio órdenes de llevar a cabo el
deseo de Balaam (v. 30).
A pesar de sus
esperanzas por ganar favor y fortuna del rey Moabita, Balaam se percató que
sería inútil continuar esperando que Dios pudiera maldecir a Israel para Balac.
Sus contactos recientes con Dios le hicieron tener en claro que era imposible
tentar a Dios para que cambiara de idea.
Por esta razón,
Balaam ni siquiera fue a buscar otra visión como previamente había hecho. Ya
que el profeta miró hacia abajo del Mt. Peor donde los Israelitas acampaban en
su manera ordenada en las llanuras de Moab, él fue repentinamente requerido por
Dios para decir otra profecía clara y vívida a Balac y a los que le rodeaban.
“Yo, Balaam,
hijo de Beor, he recibido entendimiento de Dios en los asuntos que estoy a
punto de relatar,” Balaam declaró. Luego siguió, para la incomodidad creciente
de la mayoría de su audiencia, a hablar de Israel y lo que ocurriría con esa
nación.
“Que hermoso es
el conjunto de habitaciones y tiendas de colores de Israel en la llanura”.
Balaam exclamo. “Se extienden como corrientes de agua de las montañas, como
huertos junto al río, como aloes y cedros del Líbano creciendo naturalmente en
filas al lado de las aguas”.
“Israel tendrá
mucha prosperidad. Sus descendientes serán incontables. Su rey tendrá más poder
que cualquier otro rey, y el reino de Israel se convertirá en el más fuerte del
mundo. Dios sacó a esta nación de Egipto y le dio la fuerza del búfalo. Este
pueblo devorara a sus enemigos después de romper sus huesos y perforarlos con
armas mortíferas.
“Israel es como
un gran león que la gente tiene miedo de molestar. Los que bendicen a Israel serán
bendecidos. Los que maldicen a Israel serán maldecidos” (Núm. 24:1-9.)
Esto era
exactamente lo opuesto de lo que el rey de Moab esperaba oír. Él consideraba
que Balaam lo había traicionado, y batió violentamente sus manos, una acción
que en esos tiempos indicaba gran enojo.
“Te ofrecí
grandes recompensas por venir aquí a maldecir a mis enemigos” Balac grito
mientras caminaba a grandes pasos hacia Balaam. “En lugar de eso, los has
bendecido. Ahora toma a tus siervos y sal de aquí sin la recompensa que Dios te
ha impedido recibir” (v.10-11).
“Quizás has
olvidado,” Balaam serenamente le recordó al rey, “Que cuándo tus primeros
mensajeros vinieron a mí les dije que ni siquiera una casa llena de oro de tu
parte no causaría que yo hiciera ninguna cosa excepto lo qué Dios me permitiera
hacer. ¿No dije entonces que tenia que decir exactamente lo qué Dios quería que
yo dijera?” Ahora vuelvo a mi pueblo, pero ven, déjame advertirte de lo que
este pueblo le hará a tu pueblo en los días venideros” (v. 12-14).
Luego Dios le
ordenó a Balaam que pronunciara otra profecía asombrosa:
“Un rey
israelita vendrá con poder que golpeará tu nación con tal fuerza que será
destruida de inmediato. Los Moabitas que queden vivos serán tomados como
siervos de Israel.”
“Por lo que
respecta a Edom y Seir, esos países también caerán delante de Israel. Incluso
los poderosos amalecitas caerán delante de Israel, y desaparecerán para siempre
como nación. Los ceneos también serán tomados presos, aunque vivan en
fortalezas rocosas en las montañas.
“El
punto culminante traerá cambios alarmantes en muchas partes del mundo. Las
naciones a través de los mares atacarán y serán atacadas. Habrá un gran
problema en el tiempo que viene. Israel, la nación que Dios ha escogido para
llevar adelante su propósito en el mundo, destruirá a la nación más gloriosa.”
Balaam
y sus dos criados montaron a sus animales y se alejaron por el camino que
llevaba al Mt. Peor. Y Balac siguió su propio
camino (v. 14-25).
La
mayoría de las profecías hechas por Balaam eran para los tiempos del AT.
Algunas faltan que se hagan realidad en estos últimos días porque Dios siempre
hace lo que él promete que hará.
Balac regresó a
la ciudad de la cual gobernaba Moab, pero Balaam nunca regresó a su ciudad
natal. Él continuó codiciando la recompensa que había perdido. Él comenzó a
idear un plan con el que pensaba que podría obtener una parte de ella. Así que
se detuvo en la tierra de Madian (vea a Núm. 31:8,16).
Sabiendo que
los Madianitas al igual que los Moabitas tenían el deseo de ver a Israel
destruido, Balaam les enseñó la forma de traer la maldición de Dios sobre todo
Israel. Su plan era promover el pecado entre hombres Israelitas y las mujeres
paganas de Madian y Moab.
Mientras Israel
permanecía en Sitim, los hombres comenzaron a ser atraídos por las mujeres
Moabitas. Debido a la enseñanza de Balaam, muchas mujeres moabitas y hombres
israelitas estaban tomando el privilegio físico de personas casadas, aunque
divorciadas. Esto significaba que estaban quebrantando el séptimo y el décimo
mandamiento (Apo. 2:14).
Cada vez más
los hombres Israelitas se casaban con estas mujeres paganas. Dios había
prohibido que Israel se casara con naciones paganas. Aún los individuos de
naciones que eran paganas, y que habían aceptado a Israel y su fe, podían ser
aceptados en Israel como fueron Rahab y Ruth y otros.
Pero el asunto
prohibido y crítico era que las mujeres moabitas estaban induciendo a sus
maridos y amantes israelitas a romper el sábado y adorar a dioses paganos. El
pueblo comió e hizo reverencia delante de estos dioses. Así Israel se unió a la
adoración al Baal de Peor. Y la ira del Señor ardió contra ellos (Núm. 25:1-3).
Un pecado conduce a otro y hoy los mismos pecados están siendo repetidos.
El Señor dijo a
Moisés, “Toma a todos los líderes de este pueblo, mátalos y exponlos a plena
luz del día delante del Señor, de modo que la ira del Señor puede volverse de
Israel (v. 4). Ésta debía ser una advertencia para otros de las consecuencias
del pecado.
Balaam le
enseño a los moabitas y madianitas, las naciones alrededor de Israel, que
podrían causar que Dios se pusiera contra Israel, obligándolos a sacrificar a
los ídolos y cometer fornicación. Así que el proyecto perverso de Balaam
comenzaba a dar frutos para Madian y Moab.
Moses
dijo a los jueces de Israel, “cada uno de usted debe poner a la muerte los de
sus hombres que han ensamblado en adorar el Baal de Peor” (v. 4-5).
Moisés dijo a
los jueces de Israel, “Cada uno de ustedes deben matar a esos de sus hombres
que han tomado parte en adorar al Baal de Peor” (v. 4-5).
Hubo mucho
llanto y fuertes gemidos, un hábito adquirido de los egipcios. La mayoría de
los Israelitas verdaderamente lamentaron lo que había sucedido, y de ellos hubo
gemidos genuinos y llanto de vergüenza y arrepentimiento (v.6).
Incluso frente
a estos desarrollos abruptos y terribles hubo algunos que eran tan desdeñosos
de Dios que rehusaron poner a un lado a las mujeres de estas naciones paganas.
Tal fue Zimri,
un príncipe de la tribu de Simeón. Incluso a la altura del tiempo de llevar
luto y arrepentimiento, Zimri vino al área del tabernáculo con una princesa
madianita llamada Cozbi (v. 14,15). La pareja paso descaradamente a través del
luto Israelita hacia una tienda de campaña privada en el campamento de Simeón.
Por la alta jerarquía de Zimri, sin embargo, los oficiales que lo deberían
haber arrestado le permitieron a él y a su princesa madianita ir por su propio
camino sin molestarlos.
Cuando Finees,
hijo de Eleazar (uno de los nietos de Aarón) vio esto dejó la asamblea, tomo
una lanza en su mano y siguió al israelita a la tienda de campaña. Allí los atravesó
a ambos con la lanza. Luego la plaga contra los Israelitas se detuvo; pero los
que murieron en la plaga fueron 24,000 (Núm. 25:6-9).
El Señor dijo a
Moisés, “Finees ha apartado mi furor de los Israelitas; porque él es tan celoso
como yo por mi honor entre ellos, así que en mi celo no los he consumido. Por
tanto dile que hago un pacto de paz con él. Él y sus descendientes tendrán un
pacto de un sacerdocio duradero, porque tuvo celo por el honor de su Dios e
hizo expiación por los israelitas” (v.10-13).
Todo este dolor
y esta pena vinieron porque Balac estaba celoso de Israel y porque Balaam
codicio tanto la paga prometida por Balac que le enseñó a los paganos cómo
inducir a los hombres israelitas rebeldes al pecado (2 P. 2:15; Judas 11; Apo.
2:14).
Dios registró
este episodio vergonzoso y trágico para enseñarnos que no debemos sentir deseos
por el dinero deshonesto y no debemos casarnos o seguir las prácticas de
mujeres malvadas, y que debemos adorar sólo al Único Dios Verdadero (1Cor.
10:6-11).
Los siguientes
días fueron de sufrimiento, vergüenza y dolor en Israel. Al mismo tiempo, sin
embargo la mayoría de las personas no se dieron cuenta de que a pesar de todo, tenían
motivos para regocijarse y estar agradecidos por la ira de Dios habiendo sido
apartada de ellos.
Esto no
significaba que Dios estaba satisfecho con el camino que tomo el asunto. Él
estaba bien consciente que los madianitas y moabitas - especialmente los
madianitas - habían conspirado para usar a sus mujeres para equivocadamente
influenciar a los hombres de Israel. Él pensaba castigar a Madian, pero no
hasta que había completado algunas otras cosas (v. 16-18).
(El papel La Doctrina de Balaam y La Profecia de Balaam
(No. 204) y la Nueva Biblia de Estudio
Internacional fueron
utilizados como fuentes de referencia en este papel.)
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