Iglesias Cristianas de Dios
[CB46]
Explorando Canaán
(Edición 2.0 22012005-25112006)
El Señor dijo a Moisés, “Envía algunos hombres para
explorar la tierra de Canaán, la cuál doy a los Israelitas.” Este papel ha sido
adaptado de los capítulos 38-40 de The Bible Story Volumen II por Basil Wolverton,
publicado por
Ambassador College Press y cubre Números capitulo 13, 14 y 15 en la Biblia.
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(Derechos Reservados © 2005, 2006
Christian Churches of God, ed. Wade Cox)
(tr. 2010)
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Explorando Canaán
Continuamos
aquí del papel Quejas y Rebelión (No. CB45)
Moisés escoge doce
exploradores
El
Señor dijo a Moisés, “Envía algunos hombres para explorar la tierra de Canaán,
la cuál doy a los Israelitas. De cada tribu ancestral envía a uno de sus
líderes”.
Así,
a la orden del Señor, Moisés escogió doce hombres capaces – uno de cada una de
las doce tribus – para una expedición de exploración en Canaán. “Deben traer un
informe detallado de la tierra. Entonces la gente sabrá de sus propios líderes
respetables que estaban por llegar a una buena tierra” (Núm. 13:1-2).
Entre
los doce hombres escogidos por Moisés estaba un joven de la tribu de Efraín
llamado Josué, quien había sido previamente muy útil para Moisés, y un hombre
llamado Caleb de la tribu de Judá. Josué y Caleb fueron escogidos como líderes
de la expedición (v. 3-16).
“Ustedes
deben subir a Canaán como exploradores,” Moisés les dijo cuando los reunió.
“Depende de ustedes encontrar la mejor ruta y la más fácil. Observen
cuidadosamente todo. Fíjense si la tierra es plana o montañosa y la clase de
cultivos que tiene. Observen a la gente, para saber qué tan numerosos son, si
son guerreros, pacíficos, fuertes o débiles. Descubran como son sus pueblos y
ciudades, y qué fortalezas tienen. Asegúrense de ver dónde están ubicados los
mejores bosques, así como también las mejores zonas de pasto y las áreas
agrícolas. Traigan algún producto de la tierra. Y no teman por sus vidas,
porque pueden confiar en que Dios los protegerá con tal de que obedezcan” (v.
17-20).
La expedición comienza
Ir a Canaán
no era simplemente un asunto de empacar algunas cosas y salir. Los exploradores
necesitaban alguna idea de la disposición general de la tierra. Este
conocimiento venia de los cenitas – la familia del suegro de Moisés – y de
extranjeros en Cades que se habían unido a los Israelitas. De ellos Moisés
obtuvo información relativa a los límites, cadenas montañosas, lagos, ríos,
bosques y áreas desiertas de Canaán. Los doce hombres escogidos estudiaron
cuidadosamente esta información, y fueron hechos unos mapas para que los
usaran.
Cuando
los exploradores se habían despedido de sus familiares y amigos, se pusieron en
marcha hacia el norte de Cades a través del estrecho desierto de Zin. Cruzaron
el Neguev y llegaron a Hebrón.
Por
los próximos días su progreso fue bastante fácil. Sin embargo, el calor del
medio día era realmente intenso, y se encontraron con que era mejor viajar sólo
en las mañanas y las tardes.
El Valle del Jordán
visitado
En el
extremo norte del Mar de la Sal (ahora conocido como Mar Muerto) cambiaron de
dirección hacia el este para llegar al rio Jordán, la corriente principal que
desembocaba en el Mar de la Sal. En la tierra plana al lado del río vieron que había
muchas granjas bellas y que los cultivos eran excelentes.
Los exploradores
continuaron hacia el norte, algunas veces siguiendo el rio Jordán y algunas
veces apartándose de su curso hacia la cadena montañosa al oeste. Habían
evitado a propósito el país al este del rio Jordán y el Mar de la Sal porque la
tierra prometida era entonces desde el rio Jordán hacia el oeste (Núm.
33:51-53; 34:1-2,12 y Deut. 12:10). Las personas con las que encontraban ponían
suspicazmente los ojos sobre ellos, probablemente se referían a ellos ya sea
como comerciantes errantes o ladrones.
Moviéndose
a través de las regiones fértiles entre el rio Jordán y El Mar Grande
(mediterráneo), los exploradores vieron aun más personas de las que habían
visto cerca del río. Los cultivos eran aun mejores, los árboles tenían más
fruta y había más señales de prosperidad.
Los
Israelitas no hicieron ningún esfuerzo para visitar a las personas en las
ciudades que pasaron. Era más sabio cuidarse ellos mismos que correr el riesgo
de enredarse con ladrones u hombres violentos.
Los
exploradores decidieron viajar a las costas del este del Gran Mar. Habían oído
historias impresionantes de qué tan guerreras eran las personas que estaban en
esa región. Éstos eran los filisteos, a través de cuya tierra Dios había
guardado a Israel de pasar cuando salieron de Egipto, aunque hubiera significado
un viaje mucho más corto.
Los exploradores
encuentran a los filisteos
Los
exploradores fueron especialmente cautelosos pues se movieron alrededor de los
pueblos y las villas en lugar de pasar a través de ellas. Aquí y allá vieron
hombres filisteos armados que obviamente eran soldados u oficiales civiles.
Cruzando
de nuevo al sureste, llegaron a Hebrón, una de las ciudades más antiguas en el
mundo. Había sido fundada siete años antes de la fundación de Zoan, la primera
ciudad fundada en el Egipto post diluviano (v. 22).
En Hebrón
los exploradores tuvieron curiosidad para obtener una buena vista de las
personas y los edificios y los bazares que consideraron viajar directamente a
través de las calles.
Los exploradores
reportan que vieron gigantes
Los
exploradores Israelitas enviados por Moisés habían viajado a pie sobre mucho de
Canaán. Habían dado vueltas y vueltas para llegar a Hebrón, una ciudad no muy
lejos de Cades. Cades fue el punto de partida de los exploradores, dónde las
doce tribus estaban acampadas y esperando informes de la expedición de los doce
hombres.
Los
exploradores estaban asombrados para comprender que algunas de las personas
eran casi el doble de alto que los hombres comunes. Los hombres gigantes eran
descendientes de Anac (v. 22).
Los
exploradores se apuraron para dejar ese lugar. Continuaron al sur – donde
vieron otras numerosas tribus de gigantes– hasta que llegaron a un valle fértil
conocido como Escol, a través del cuál corría un arroyuelo. Éste era país de
las uvas, y llegaron al tiempo de la cosecha. Los Israelitas estaban asombrados
por el gran tamaño de los racimos de uva.
Recordando
que habían recibido órdenes de llevar pruebas del producto de la tierra, los
hombres cortaron un racimo grande de uvas que al parecer crecían salvajes.
Colgaron el racimo en un palo que dos hombres cargaron entre ellos de regreso a
Cades. Las uvas no eran tan pesadas para que dos hombres necesitaran
levantarlas. Fue cuestión de dejar el racimo colgar libremente para que no
fuera aplastado.
Los
exploradores también escogieron frutas sanas e higos deliciosos del área.
Agobiados con sus cargas aumentadas, regresaron al sur hacia Cades.
Llegaron
a Cades apenas cuarenta días después de haber salido. Los cuarenta días de
explorar el terreno fueron un período de arrepentimiento y aceptación de la
liberación de Israel. Fueron también para representar los cuarenta años del
Mesías a la destrucción del Templo en 70 d.C. Éste fue el tiempo dado a Judá
para arrepentirse y aceptar su liberación.
Aunque
muchas personas salieron al encuentro de ellos y para acosarlos con preguntas
los exploradores le informaron de inmediato a Moisés. Sabiendo que las personas
estaban ansiosas por conocer lo que sus espías habían visto en Canaán, Moisés
llamó luego al pueblo a reunirse cerca del Tabernáculo (v. 23-25).
Reporte sobre la
exploración
“Entramos
a la tierra a la cual nos enviaste, ¡y fluye leche y miel! Aquí está la fruta.
Pero la gente que vive allí son poderosas, y las ciudades están fortificadas y
muy grandes. Incluso vimos a los descendientes de Anac allí. Los Amalecitas
viven en el Neguev; Los Heteos, Jebuseos y Amorreos viven en el país de la
colina; y los cananeos viven cerca del mar y a lo largo del Jordán.”
Luego
Caleb silenció al pueblo delante de Moisés y dijo, “Deberíamos subir y tomar
posesión de la tierra, pues ciertamente lo podemos hacer.”
Pero,
aparte de Josué, los hombres que habían subido con él dijeron, “No podemos
atacar a esa gente; son más fuertes que nosotros.” Luego procedieron a esparcir
un mal informe entre los Israelitas acerca de la tierra que habían explorado.
Añadieron, “Toda la gente que vimos allí son gigantes. Teníamos la apariencia
de saltamontes en nuestros ojos y nos vimos igual para ellos” (v. 26-33).
El pueblo se queja
Hubo
mucha confusión, a través de la muchedumbre. Parecía que la mayoría de ellos preferían
creer que no era verdad de modo que tendrían una excusa para regresar a Egipto.
Esa
noche toda la gente de la comunidad levanto sus voces y lloraron en voz alta.
Todos los Israelitas mascullaron contra Moisés y Aarón y la asamblea entera les
dijo, “Si hubiéramos muerto en Egipto, o en el desierto. ¿Porque el Señor nos
esta trayendo a esta tierra sólo para dejarnos caer por la espada? Nuestras
esposas y nuestros hijos morirán si seguimos a Moisés más lejos. ¿No seria
mejor volver a Egipto?” Entonces se dijeron el uno al otro, “Debemos escoger un
líder y volver a Egipto” (Núm. 14:1-4).
Sólo
los más rebeldes y agitadores sugirieron expulsar a Moisés. Sin embargo, fue
claro para Moisés que esta desafortunada situación podía hacer explotar en una
peor en pocos minutos. Solamente había una cosa sabia para hacer. Entonces
Moisés y Aarón cayeron boca abajo en frente de toda la asamblea Israelita
reunida allí. En esta posición abyecta le pidieron a Dios que entrara y tomara
el control de las personas.
Enojados
y horrorizados por la manera en la cual sus compañeros exploradores habían
hablado y habían actuado, Josué y Caleb rasgaron sus vestidos y dijeron a la
asamblea, “La tierra que atravesamos y exploramos es buena en extremo. Si el
Señor nuestro Dios está complacido con nosotros, él nos llevara a esa tierra,
una tierra que fluye leche y miel, y nos la dará. Sólo no se rebelen contra el
Señor. Y no teman de las personas de la tierra porque los venceremos. Su
protección se va, pero el Señor está con nosotros” (Núm. 13:5-9).
Pero
la asamblea habló de apedrear a Josué y Caleb. Entonces la Gloria del Señor (el
ángel de la Presencia de Dios) apareció en la tienda del encuentro delante de
los Israelitas. Hablando en nombre de Dios él dijo a Moisés, “¿Cuánto tiempo
este pueblo me tratará con desprecio? ¿Cuánto tiempo se rehusarán a creer en
mí, a pesar de todos los milagros que he realizado entre ellos? Los golpeare
con una plaga y los destruiré, pero de ti haré una nación más gran y más fuerte
que ellos.”
“Pero
si destruyes a todo Israel,” Moisés contestó, “los egipcios escucharán acerca
de eso. De hecho, cada nación sobre la Tierra tarde o temprano lo sabrá. La
palabra se ha esparcido, que tu Señor estás con este pueblo y lo guías con una
nube durante el día y una columna de fuego por la noche. Cuando las otras
naciones escuchen las noticias que este pueblo murió en el desierto, las
naciones creerán que te falto poder para llevarlos de forma segura a la tierra
que les prometiste bajo juramento. Te ruego que perdones a este pueblo por sus
pecados, pero no te pido que los dejes impunes, en particular a los que han
incitado al pueblo a querer regresar a Egipto en lugar de seguir hacia Canaán”
(Núm. 14:10-16).
Ésta
era de hecho una prueba para Moisés. Si hubiera accedido a la destrucción del
pueblo de Israel, habría fallado la prueba y quizás hubiera perdido el lugar
que había recibido en el Reino de Dios.
Moisés
estaba grandemente aliviado y animado al oír estas palabras. Permaneció un
momento más con su frente hacia el suelo. Pero justo cuando levantó su cuello y
estaba a punto de expresar sus profundas gracias, la voz del ángel de Dios resonó
hacia él otra vez.
“Justamente
he dicho que estoy dispuesto a perdonar los pecados de los Israelitas. Al mismo
tiempo, sin embargo, les negare la entrada en la tierra prometida porque han
quebrantado su pacto conmigo. Esto significa que los que se han rebelado en mi
contra nunca entrarán en Canaán. Morirán en el desierto. Esta maldición no se
aplicara a los que tienen menos de veinte años de edad –los mismos cuyos padres
se quejaron de que seguramente morirían en el desierto porque yo no los podía
proteger. Ni se aplica a las personas obedientes como Josué y Caleb. Pero eso
significa que la mayoría de Israel vagará por cuarenta años en las montañas y
los desiertos antes de llegar a la tierra que han rechazado y odiado. Esto es
un año por cada día que usaron los espías para explorar Canaán.”
“Pero
ya hemos gastado cerca de año y medio para llegar a Canaán,” Moisés dijo. “¿Tu
quieres decir que debemos gastar cuarenta años para ir a un lugar que esta a
sólo unas horas de aquí?”
“Puesto
que han tenido cerca de dos años de camino,” el ángel de Dios contestó,
“necesitaran treinta y ocho más. Este es mi juicio sobre Israel por su
rebelión.” (V. 22-35). El castigo de cuarenta años en el desierto fue para
representar los cuarenta jubileos (o 2,000 años) de vagar hasta la segunda
venida de Cristo.
Solo
algunos minutos antes Moisés había sentido como si un gran peso había sido
levantado de el cuando se aseguró que el pueblo no fuera repentinamente
borrado. Ahora la perspectiva triste de guiar a los Israelitas por más de
treinta y ocho años en el desierto era algo que apenas podía afrontar.
Los diez exploradores
asesinados
Mientras
tanto los hombres que Moisés había enviado a explorar la tierra, y que
regresaron y que hicieron que toda la comunidad se quejara contra el divulgando
un mal informe acerca de él, fueron fulminados y murieron de una plaga delante
del Señor. De los doce hombres que fueron a explorar la tierra solo Josué y
Caleb sobrevivieron.
“No
tuvimos que arrestar a los diez exploradores,” Josué reporto, señalando a un
grupo de personas apretadas alrededor de algo sobre el terreno. “¡Todos están
muertos!”
“¿Muertos?”
Moisés repitió con sorpresa. “¿Cómo pudo ser que todos murieron al mismo
tiempo?”
Moisés
rápidamente comprendió que Dios había tomado sus vidas por sus falsos reportes,
pero no había tiempo suficiente entonces para preocuparse por los exploradores
y sus familias. Moisés tenia que decirle al pueblo de inmediato lo que les
esperaba a ellos (v. 36-38).
Cuando
Moisés le dijo al pueblo lo que el Señor había dicho, ellos recibieron las
sorprendentes noticias con emociones mezcladas. Algunos se quedaron sin habla.
Otros gimieron y se quejaron fuertemente. La mayoría de ellos se estremecieron
realmente por la muerte súbita de los diez exploradores y ahora se preocuparon
por su futuro. Muchos pensaron que Dios no era justo. Sólo una fracción de
ellos estuvo dispuesta a admitir que por su mala conducta habían estropeado un
futuro maravilloso y habían traído adversidad sobre sus hijos.
Moisés
fue probado y no fallo. Dios había establecido Su sistema y Su sacerdocio y Su
pueblo y él trataba con ellos, de modo que podamos entender en estos últimos
días lo que debe pasar. Judá recibió cuarenta años para arrepentirse después de
la muerte del Mesías, pero no se arrepintió y así también fue destruido y
enviado al cautiverio.
Dios
no puede ser burlado.
El pueblo se rebela
otra vez
Temprano
la mañana siguiente el pueblo subió al monte. “Hemos pecado,” dijeron.
“Subiremos al lugar que el Señor nos ha prometido.”
Pero
Moisés dijo, “¿Porqué están desobedeciendo la orden del Señor? Esto no tendrá
éxito. No suban, porque el Señor no está con ustedes. Ustedes serán derrotados por
sus enemigos, pues los amalecitas y cananeos les harán frente ahí. Porque han
vuelto la espalda al Señor, él no estará con ustedes y ustedes caerán por la
espada” (v. 41-43)
Sin
embargo, el pueblo subió al país, sin embargo ni Moisés ni el Arca del Pacto
del Señor se movió del campamento. Entonces los amalecitas y los cananeos que
moraban en el país bajaron y los atacaron y los derrotaron hasta Horma (Deut.
1:44-46).
La
matanza que resultó fue espantosa. En sólo unos minutos el paso quedo cubierto
de cuerpos de hombres y mujeres. Pero como su número era mas grande que el de
sus atacantes, una parte de ellos escapó y regreso hacia Cades. Luego se
dispusieron a tratar de alcanzar al cuerpo principal de Israelitas que se había
ido hacia el sur de Cades.
Cerca
de la puesta del sol los Israelitas acamparon algunas millas al suroeste de
Cades. Horas más tarde, cuando la mayoría de hogueras estaban apagadas o casi
apagadas, hubo gran excitación al lado norte del campamento. Los fugitivos
rendidos, con los pies doloridos comenzaban a llegar. Los rebeldes regresaron y
lloraron delante del Señor pero él les presto poca atención a su lagrimeo y
puso oído sordo a ellos (vea también Deut. 1:42-46).
Fue
otra lección para el pueblo sobre que tan desoladas e inciertas eran sus vidas
sin la guía y protección de Dios. No sólo el Señor no estaba con ellos, sino
que estaba contra ellos (Núm. 14:41). Su derrota fue otro juicio puesto sobre
sus cabezas.
La
nube y la columna de fuego no fueron quitados, porque no era la intención de
Dios abandonar totalmente a Israel (Deut. 1-33; Neh. 9:19-21). Fue un caso de
los Israelitas quebrantando su acuerdo con Dios, lo cual significaba que Dios
ya no debía darles la ayuda, guía y protección que les había ofrecido si
obedecían.
Desde
entonces por casi cuarenta años Dios decidió los movimientos de Israel por
cosas así como la falta de agua abundante, la presencia o ausencia de hierba
para sus animales, el estado de salud de la gente y muchos otros factores.
Los
Israelitas luego continuaron hacia el sur a través de varias estaciones
temporales más. De ahí se movieron al área desértica al oeste del extremo norte
del Golfo de Aqaba y al noreste del Monte Sinaí. Ésta era el área dónde, en su
camino al noreste del Monte Sinaí, tantos de ellos se habían quejado tan
severamente en contra de Dios (cf. Núm. 11:1-3.) Habían dicho que mejor morían
ahí antes que seguir. Éste era el lugar donde una gran cantidad de ellos
eventualmente murieron.
Leyes para las
ofrendas y sacrificios
El sábado quebrantado
otra vez
Mientras
los Israelitas estaban en el desierto, un hombre fue encontrado recogiendo
madera en el día sábado. Los que lo encontraron recogiendo madera lo llevaron a
Moisés y Aarón y a toda la asamblea, y lo mantuvieron en custodia, porque no
estaba claro lo que debían hacer con él.
Luego
el Señor dijo a Moisés, “El hombre debe morir. La asamblea entera lo debe
apedrear fuera del campamento.” Así que la asamblea lo sacó del campamento y lo
mató a pedradas, como el Señor le ordenó a Moisés (Núm. 15:32-36). En ese
tiempo el castigo por quebrantar el sábado era la muerte (ref. también Ex.
31:15; 35:2).
En
Romanos 13:1-7 el apóstol Pablo aclara que Dios ordenó que los criminales
fueran castigados. Dios no siente placer en ver a hombres malvados morir (Eze.
33:11), pero él sabe que los infractores de la ley están mejor muertos - para
esperar la Segunda Resurrección - en vez de dejarlos dañar a otros o conducir a
otros a hacer el mal. Dios en Su misericordia ve que los malos hombres están
mejor castigados que vivos para hacerlos a ellos mismos y a otros miserables y
desafortunados.
Borlas en las
vestiduras
El
Señor dijo a Moisés, habla a los Israelitas y diles: “A través de las
generaciones a venir, deben hacer borlas en las esquinas de sus vestiduras, con
un cordón azul en cada borla. Ustedes tendrán estas borlas para verlas y así
recordar todas las órdenes del Señor, de lo que deben obedecer y no pueden
pecar yendo tras las lujurias de sus corazones y sus ojos. Entonces ustedes se
acordarán de obedecer todas mis órdenes y serán consagrados a su Dios” (Núm.
15:3-40).
(La Nueva Biblia de Estudio
Internacional fue utilizada como fuente de referencia en varias partes en
este papel)
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