Iglesias Cristianas de Dios
[CB45]
Quejas y Rebelión
(Edición 2.0 22012005-25112006)
Ahora el pueblo se quejo de sus dificultades a oídos del Señor y cuando los escucho su ira se encendió. Este papel ha sido adaptado de capítulo 37 de The Bible Story Volumen II por Basil Wolverton, publicado por Ambassador College Press y cubre Números capítulos 11 y 12 en la Biblia.
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Quejas y Rebelión
Continuamos aquí del
papel Recompensa y Castigo (No.
CB44)
Fuego del Señor
Como siempre, hubo
gente que comenzó a quejarse de su adversidad. Al final del tercer día desde el
Sinaí, hubieron muchos que expresaron fuertemente sus quejas a los que estaban
a su alrededor. Cuando Dios escucho esto, su ira se encendió. Luego fuego de Su
Ángel ardió entre ellos y consumió a algunos en las afueras del campamento
(Núm. 11:1).
Dios hablaba en serio
Quejarse acerca de
cómo Dios dirige a sus siervos es rebelión contra el Gobierno de Dios.
Un grito de horror y
pena creció en el pueblo de Israel. El castigo repentino, terrible de Dios les
recordó la forma en que el Creador había dado durante el tiempo de la Pascua un
año antes. En aquella ocasión las víctimas habían sido egipcios. Esta vez
también había egipcios, por los egipcios que habían entrado como parte de la
gran multitud con los Israelitas y eran en parte culpables. Pero un gran número
de los delincuentes ahora eran Israelitas.
Cuando el pueblo
clamo a Moisés, el oro a Dios y el fuego se extinguió (v. 2). La ira de Dios
tuvo un efecto tan profundo en muchos del pueblo que nombraron el área Tabera,
que significa, ardor (v. 3).
Pero a pesar de esta
advertencia terrible para los murmuradores, muchos del pueblo luego empezaron a
quejarse de su dieta. La plebe con ellos comenzó a desear ardientemente otra
comida, y otra vez los Israelitas comenzaron a lamentarse y dijeron, “Si tan
solo tuviéramos carne para comer” (v. 4).
El alimento principal
de la gente seguía siendo el maná, un alimento maravilloso, energizante directo
de Dios. Así que el maná se convirtió en un tema de estos murmuradores que
pensaban que el maná era un pobre substituto para los alimentos que habían
gozado en Egipto. En todo esto se olvidaron de las adversidades que sufrieron
en Egipto y de los cuales el Señor los sacó.
La humanidad
entonces, como ahora, era muy propensa al poder de la sugestión. Tales
observaciones absurdas causaron que un número creciente de Israelitas dudaran
que el maná fuera alguna cosa más de lo necesario para mantener vivas a las
personas. Al mismo tiempo, los reclamantes se mantuvieron recordándole a los
demás los alimentos maravillosos que habían disfrutado en el pasado.
“Recordamos los peces, pepinos, melones, los puerros, las cebollas y el ajo que
parecían tan bien y comimos en Egipto. Pero ahora hemos perdido nuestro apetito;
nunca vemos alguna cosa excepto este maná” (v. 5-6).
La amargura aumenta
Moisés oyó a las
personas de cada familia lamentarse, cada uno en la entrada de su tienda. Él
sabia que algunos del pueblo siempre se quejaban, sin importar cuales eran las
condiciones. El ángel del Señor se enojó en extremo, y Moisés estaba
atribulado.
“¿qué he hecho?” le
preguntó a Dios, “¿Para causar que este problema venga a mi? ¿Cómo puedo ser un
padre para todos estos miles de rebeldes? ¿Debo tratar de llevarlos, como
niños, a la tierra que tú les has prometido? ¿Cómo puedo detener su creciente
demanda por otras clases de alimentos?”
¿“Sientes,” Dios le
preguntó a Moisés a través de Su Ángel, “que esta tarea que te he asignado es
demasiado grande?”
“Lo único que sé,”
Moisés contestó, “es que las salvajes demandas de miles de personas son
demasiado para mí. No veo ninguna manera para encargarme de lo que piden, o de
manipularlos mientras están en un estado de ánimo tan extremo. Si no les doy
los alimentos que exigen, es probable que estén completamente fuera de control.
Si permites que eso ocurra, entonces por favor toma mi vida ahora. No quiero
estar aquí para presenciar tal rebelión” (v. 10-15).
Dios dijo a Moisés: “Tráeme
setenta de los ancianos de Israel que son conocidos por ti como líderes y
oficiales entre el pueblo. Tráelos a la tienda del encuentro, para que puedan
estar allí contigo. Mi Ángel bajará y hablará contigo, y tomaré del espíritu
que está en ti y lo pondré en ellos. Te ayudarán a sobrellevar la carga de la gente
para que no la lleves tu solo” (v. 16-17).
Moisés recibió
instrucciones de aconsejarle al pueblo que dejara sus quejas y se preparara
para un festín de carne. “Diles que este festín no durará solamente un día, o
dos días, o cinco días o veinte días. Diles que durará un mes entero, y que
tendrán tanta carne para comer que les dará asco. Diles que se han quejado
mucho por no tener ninguna cosa excepto maná, no podrán mantener la carne en
sus estómagos.”
“¿Pero cómo podrás
proveer carne para mas de dos millones de personas por un mes entero?” Moisés
inquirió. “¿Deben ser sacrificados todos nuestros hatos y nuestros rebaños para
calmar los apetitos de la gente por carne? ¿O tienes alguna manera de traer una
enorme cantidad de peces del Mar Rojo?”
“¿Porqué pareces
dudar de que tenga el poder para encargarme de estos asuntos?” El Señor exigió
a través de Su Ángel. “Ve y haz como he ordenado, y pronto presenciarás lo que
he planificado” (v. 18-23).
Moisés salió y le
dijo a las personas que el Señor había sido movido grandemente por sus quejas,
y les enviaría tanta carne que desearían no haberla pedido nunca.
Sin duda estas
noticias trajeron gran excitación en los campamentos. La mayoría de las
personas tenían interés sólo en lo prometido por Dios de darles carne por un
mes entero. Muy pocos parecían preocupados por el comentario de que lamentarían
haberla pedido.
Setenta ancianos escogidos
Mientras tanto,
Moisés reunió a los setenta ancianos y los coloco alrededor de la Tienda. Luego
el ángel del Señor bajó en la nube y le habló, y tomó del espíritu que estaba
en Moisés y colocó el Espíritu a los setenta ancianos. Cuando el Espíritu
reposó sobre ellos, profetizaron, pero no lo hicieron otra vez (v. 24-25).
Los setenta ancianos
de Israel eventualmente se convirtieron en el sanedrín o concejo gobernante.
Los setenta recibieron el mismo espíritu que descansaba sobre Moisés y que
señalaba hacia el tiempo cuando el Mesías nombrara setenta de los elegidos que
se convirtieron en los nuevos ancianos de Israel. Fueron enviados de dos en dos
(Lc. 10:1), como fueron los doce apóstoles (Mr. 6:7).
Sin embargo, dos
hombres cuyos nombres eran Eldad y Medad, que fueron listados entre los
ancianos escogidos por Moisés se habían quedado en el campamento. No fueron a
la Tienda, pero el Espíritu descansó sobre ellos al mismo tiempo que en los
demás y profetizaron en el campamento. Recibieron entendimiento especial que
era un regalo de Dios. Un joven corrió y lo dijo a Moisés (Núm. 11:26-27).
Debemos recordar que
Dios no hace nada excepto que habla a través de sus siervos los profetas,
quienes son los que él mismo escoge de entre su pueblo.
Meses antes, cuándo
Moisés había orado fervientemente para que los Israelitas ganaran una larga
batalla contra los Amalecitas, un joven por el nombre de Josué había liderado
al ejercito Israelita en la batalla mientras Aarón y Hur mantenían firmes las
manos de Moisés mientras Moisés oraba (Ex. 17:8-13). Josué estaba presente en
este momento y le dijo a Moisés que impidiera que Eldad y Medad le hablaran a
las personas. Él probablemente sentía que dos jóvenes hombres haciendo tal
impresión en la gente podían causar que los Israelitas buscaran a un nuevo
líder.
Sin embargo Moisés no
estaba preocupado. Él comprendió que éste era un caso de Dios habiendo dado a
Eldad y Medad entendimiento especial junto con los otros ancianos que habían
sido escogidos para ayudar a sobrellevar una parte de la responsabilidad de
Moisés.
Aunque el Espíritu
Santo de Dios no estuvo disponible sino hasta Pentecostés en el 30 d.C (Hch
2:1-4), él dio Su Espíritu a los profetas y algunos otros que él necesitaba
para guiar a Su pueblo. Vea el papel ¿Qué es el Espíritu Santo? (No. CB3)
Moisés dijo a Josué, “¿Estas
celoso por mí? Deseo que todo el pueblo del Señor sea profeta y que el Señor
ponga su espíritu en ellos” (Núm. 11:27-30).
Las codornices llegan
Después que los
ancianos habían regresado a sus campamentos y Moisés se había ido a su tienda,
un viento fuerte salió del Señor y trajo codornices del mar. Descendieron
alrededor de todo el campamento a una altura de aproximadamente tres pies por
encima de la tierra, tan lejos como un día de camino en cualquier dirección.
Todo ese día y la noche y todo el día siguiente las personas salieron y
recogieron las codornices. Nadie reunió menos de diez montones. Luego se distribuyeron
alrededor del campamento.
Moisés finalmente
supo cómo Dios iba a suministrar la carne que los Israelitas habían estado
exigiendo. También recordó cómo Dios había enviado manadas de codornices (Ex.
16:11-13) cuando el pueblo se había quejado por primera vez acerca de tener que
comer maná constantemente.
Después de meses de
sobrevivir en su mayoría con maná, a los Israelitas sin duda les entusiasmaba
recibir carne y probablemente comieron la carne de las aves como si estaban
muertos de hambre.
Pero quizás no fue
tan maravilloso como muchos esperaban. Cuando se acumula un deseo lujurioso de
consumir algo, a menudo resulta ser más deseable en la imaginación que en la
realidad. Así sucedió con muchos de los Israelitas.
En cuanto a la
promesa de Dios de suministrar carne a los Israelitas por un mes entero, él
cumplió su palabra. El enorme número de aves amontonadas por los Israelitas, si
hubiese sido conservado correctamente, habría durado más de un mes – incluso si
hubieran comido codiciosamente los más voraces de los Israelitas.
El castigo viene
Pero mientras la
carne estaba todavía entre sus dientes y antes de que pudiera ser consumida, la
ira del Señor se encendió contra el pueblo, y los golpeó con una plaga severa.
Las personas eran codiciosas y la carne era demasiado fuerte para ellos. Muchos
comenzaron a enfermarse y morían poco después. Su sistema digestivo, usado para
el suave maná por tanto tiempo, estaba en gran medida sobre-cargado por la
carne que había sido tragada.
Para cuando la plaga
auto impuesta se había detenido, un área cerca de los campamentos se había
convertido en un vasto cementerio. Por eso el lugar fue llamado Kibrot-hataava,
que significa sepulcros de la lujuria en el idioma hebreo, porque allí
enterraron al pueblo que había deseado otros alimentos (Núm. 11:33-34).
Dios alimentaba a
Israel como eran capaces de ser alimentados, es decir, les dio cosas suaves
para comer (maná). Algunos de ellos murieron porque su sistema no pudo tolerar
la carne cuando se hartaron de codornices. Sólo cuando las personas son lo
suficientemente fuertes, él les da carne "fuerte” y nos alimenta a través
de Su Espíritu Santo. La carne fuerte es el entendimiento de los
Misterios de Dios.
A veces Dios nos da
lo que pedimos aunque sabe que no es nuestro mejor interés, así es que podemos
aprender del resultado. Debemos dar gracias por todas las cosas que Dios nos ha
dado. Desear cosas que otros tienen y nosotros no, o sentir deseos tras cosas
que consideramos son mejor que las que ya tenemos, no complace a Dios.
Dios sabe cuales son
nuestras necesidades y ha provisto de todas las cosas en Su Plan. Los hijos de
Israel recibieron maná para que su pan y su agua fueran seguros, lo cual es la
promesa de Dios para nosotros en los últimos días en el desierto (Sal. 37:25;
Isa. 33:16).
Miriam y Aarón se oponen a Moisés
Según Josefo (Las
Antigüedades de los judíos, Libro II, Cap. X) Moisés se había casado
con una mujer etíope como parte de la guerra contra Etiopía y sus términos de
rendición, mas de cuarenta años antes del éxodo. Moisés, siendo príncipe de la
casa real de Egipto, era Capitán General del ejército egipcio y su esposa era
la hija de un rey de los etíopes. Ella está registrada como persuadiendo a su
padre de entregar la fortaleza del Este del Nilo si podía casarse con Moisés.
Parece que ella pudo haberse unido a los Israelitas en el éxodo.
Cualquiera que haya sido la
razón, desarrolló un fuerte sentimiento de envidia y resentimiento en Miriam,
la hermana de Moisés, y en Aarón. Miriam trataba de atacar a Moisés y denigrar
su posición y utilizaba esta situación con la princesa etíope como motivo para
el ataque.
Aunque comprendía que
Miriam hacia mal en tener envidia y crítica, y que trataba de ejercer demasiada
autoridad, Aarón estaba inclinado por aceptar que Moisés no debería tomar
ninguna decisión sin al menos tratar algunos de los asuntos con él y su
hermana. Pero estaba por dejar el asunto ahí y discutirlo en privado con
Moisés, sin embargo, Miriam no tenía intención de hacer eso.
Miriam continuo,
“Seguramente Dios está inspirándonos a ti y a mí, referente a lo que debe
hacerse. Pero Moisés actúa como si es el único en contacto con Dios. A menos
que sea detenido, él tomara toda la autoridad en sí mismo y hará lo que le
plazca con las personas.”
“Quizás tengas razon,”
Aarón filosofó. “El sentimiento de demasiada autoridad podría tener un mal
efecto en cualquier hombre – incluso en nuestro hermano Moisés.”
Es interesante
recordar aquí otras instancias de rivalidad entre hermanos y celos en la Biblia.
Caín mató a su hermano Abel, los hermanos de José lo vendieron como esclavo,
Jacob robo el derecho de primogenitura de su hermano Esaú y hubo celos entre
las hermanas Raquel y Lea. Debemos acordarnos de obedecer a Dios y tratar de no
causar problemas en nuestras familias o con los demás por actitudes
equivocadas.
Nada en este mundo ha
sido hecho, o pensado, o hablado sin que Dios lo sepa. Aunque Aarón y Miriam
eran siervos escogidos de su Creador, le desagrado sus comentarios críticos,
envidiosos y crueles acerca de otro siervo escogido que estaba por encima de
ellos en autoridad.
Y el ángel del Señor
escucho todo esto. A la vez que dijo a Moisés, Aarón y Miriam, “Vengan a la
tienda del encuentro, todos ustedes.” Así que lo tres fueron a la tienda (Núm.
12:4).
Aarón y Miriam convocados
Luego el ángel bajó
en una columna de nube; se puso en la entrada de la tienda y llamó a Aarón y
Miriam.
Luego el ángel,
hablando en nombre de Dios dijo, “Ahora escúchenme. Para que no haya ninguna
duda acerca del único a través del cual he elegido hablar y dirigir en estos
tiempos, fíjense que Moisés es el siervo que tiene que llevar la mayor
responsabilidad. Sepan que le hablo directamente como un ser a otro, y no de
alguna manera misteriosa, o en sueños y visiones, como le hablo a los profetas
comunes. ¿Por qué, entonces, fueron tan tontos como para hablar en contra de
Moisés, mi siervo escogido?” (V. 5-8).
La ira de Dios se
encendió contra ellos (v. 9). Moisés estaba avergonzado y enojado al mismo
tiempo al enterarse que había sido objeto de comentarios sucios de parte de su
hermano y su hermana. No obstante, sintió un poco lástima por ellos porque
sabía que Dios a menudo actuaba con rapidez terrible cuando pretendía castigar
a alguien.
Miriam y Aarón se
sintieron aliviados cuando la nube se alzo por encima de la tienda. Aarón se
volvió para ver a Miriam y se aparto con horror. La carne en el rostro de su
hermana, el cuello, los brazos y las manos repentinamente habían tomado un
enfermizo matiz blanco. Aarón se estremeció cuando aparto los ojos de la cara
espantosa. Él supo que ella repentinamente se había convertido en una leprosa
(v. 10).
“¡Moisés!” llamo
Aarón con una voz asustada.
Por qué Dios reprendió a Miriam y
Aarón
Moisés iba caminando
lentamente de regreso en ese momento. Cambió de dirección y regresó porque
sintió la tristeza y preocupación en el tono de Aarón. Cuando vio la condición
de Miriam, estuvo muy alterado. Por primera vez Miriam notó sus manos. Ella dio
un grito y se desmayo sobre la tierra. Aarón rápidamente se arrodilló a su lado
y contempló suplicante a Moisés y le dijo:
“Por favor, mi Señor, no tomes
contra nosotros el pecado que tontamente hemos cometido. No dejes que Dios la
tome por esta terrible enfermedad,” él imploró. “Pídele que perdone nuestro
tonto pecado y la sane” (v. 11-12).
Moisés se arrodilló,
inclino su rostro hacia la tierra y le pidió a Dios.
“Por favor sánala”,
Moisés clamo a Dios. “Se compasivo y perdónalos a ella y a Aarón de sus
pecados. Por favor remueve esta terrible enfermedad de mi hermana ahora” (v.
13).
Luego Dios le
contestó a Moisés: “Por su irrespeto a la autoridad, Miriam debe permanecer
fuera del campamento y debe estar lejos de Mi Presencia por siete días.”
Para su horror y su
deshonra, Miriam fue guiada a un lugar lejos fuera del campamento, ahí se
sentaba y se odiaba en la miseria absoluta.
Mientras tanto, los
Israelitas estaban preparados para comenzar de nuevo. Pero la nube no se movió,
y eso obviamente significaba que Dios atrasaba la marcha hasta que Miriam fuera
traída de regreso ya curada al campamento (v. 14-15).
Después que una
semana había pasado, ella fue traída de regreso a su tienda. Dios había
contestado las oraciones de Moisés y la había sanado. Ella y Moisés y Aarón
estaban muy agradecidos. Al mismo tiempo, Miriam lamentó haberse expresado tan
atrevidamente y equivocadamente en contra de Moisés. Si ella no se hubiera
arrepentido, Dios no habría le quitado la lepra, y poco a poco habría causado
su muerte sola y fuera del cuerpo principal de sus pueblo.
Miriam aprendió la
lección que todos debemos aprender – que hablar mal de los siervos que Dios ha
elegido para trabajar o para representarlo es hablar mal indirectamente del que
creo al universo entero y a cada uno de nosotros. Dios nos dice que la
sabiduría comienza con respetarlo a él (Sal. 111:10 y Pro. 9:10).
Después que Miriam
había sido traída de regreso al campamento en Hazerot, el pueblo se movió hacia
el norte por varios días. Aunque era a finales del verano, viajaron a través
del país desértico caliente hacia Paran, eventualmente llegaron a una área
aislada del oasis llamado Cades o Cades-barnea (Núm. 12:16 y 13:26).
Estaba en la frontera
con la tierra prometida de Canaán. En Cades la nube se detuvo por más de una
noche. El pueblo encontró varios pozos y manantiales en esa región, y había
suficiente hierba para sus animales. Se notaba que Dios quería que los
Israelitas acamparan en ese lugar por al menos varios días. El Tabernáculo fue
erigido tal como había sido en el Sinaí, y las diversas tribus establecieron
sus campamentos en sus posiciones designadas.
(La Nueva Biblia de Estudio
Internacional fue utilizada como fuente de referencia en varias partes en
este papel)
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