Iglesias Cristianas de Dios
[CB41]
Rebelión contra las Leyes de Dios
(Edición 2.0 01082004-11122006)
Entonces toda la gente se quitó sus pendientes y los dio a Aarón y él hizo un ídolo de fundición con la forma de un becerro. Este papel ha sido adaptado de los capítulos 27-30 de Bible Story Volume II por Basil Wolverton, publicado por Ambassador College Press, y El Becerro de Oro (No. 222) publicado por CCG.
E-mail: secretary@ccg.org
(Derechos reservados ã 2004, 2006
Christian Churches of God, ed. Wade Cox)
(tr. 2010)
Este documento puede copiarse
libremente y distribuirse con tal de que se copie en su totalidad sin
alteraciones o tachaduras. Debe incluirse el nombre del editor y dirección y el
aviso de derechos de propiedad literaria. Ningún cargo puede realizarse a los
destinatarios de copias distribuidas. Las citas breves pueden ser incluidas en
artículos críticos y revisiones sin interferir en los derechos de propiedad
literaria.
Este papel está disponible de la
página del World Wide Web:
http://www.logon.org
y http://www.ccg.org
Rebelión contra las Leyes de Dios
Continuamos aquí del papel Moisés y los Israelitas Moviéndose hacia el Sinaí (No. CB40)
Adán y Eva
fueron instruidos en las Leyes de Dios y les fue ofrecido el árbol de la Vida
(Gn. 2:16-25). Fallaron porque pecaron y fueron removidos de su relación con
Dios. Mientras continuaba el tiempo las generaciones de Adán se volvieron muy
malas, así que Dios destruyó la Tierra bajo Noé por el diluvio. Dios luego se
dispuso a hacer un pacto con unas personas que él usaría como un ejemplo para
las naciones.
Él hizo un
pacto con Abraham que paso luego a su hijo Isaac, y luego a su nieto Jacob.
Jacob fue llamado Israel y tuvo doce hijos, las generaciones de quienes se
conocieron como los Israelitas. El pacto fue hecho con Israel porque Dios honra
sus promesas. Estas promesas pasaron a través de las generaciones.
El pacto o
acuerdo hecho en el Monte Sinaí fue entre Dios e Israel. Fue una promesa
obligatoria que Dios siempre cuidaría de Israel, quien siempre sería fiel y no tendría
nada que ver con los dioses falsos de otras naciones.
Las reglas del
pacto eran los Diez Mandamientos y las leyes civiles dadas mas tarde en el
Monte Sinaí. Los términos eran que Israel debía permanecer fiel obedeciendo las
leyes de Dios para asegurar su felicidad, buena salud, muchos hijos y
prosperidad. La infidelidad significaría sufrimiento, enfermedad, y pobreza.
Sin embargo,
Israel fue incapaz de mantener su acuerdo con Dios y quebrantó el pacto. La mayoría
del pueblo fallo en el desierto. No le obedecieron a Dios y no creyeron en lo
que él dijo. Como castigo, murieron en el desierto y sólo sus hijos entraron en
la tierra prometida.
Siglos más
tarde, cuando Jesucristo vino a la Tierra, elaboro los términos para un acuerdo
renovado con el Israel espiritual. Este pacto fue ampliado para incluir a todas
las naciones del mundo. Jesús se convirtió en el mediador de un pacto que era
de un sistema nuevo y superior. Asimismo, Moisés fue el agente o mediador del
antiguo pacto. Sin embargo, no había dos pactos separados, sino dos elementos
del único pacto.
Muchas
denominaciones religiosas enseñan que por causa que un nuevo pacto fue hecho,
los Diez Mandamientos están invalidados y no tienen que ser obedecidos. Nada
puede estar más alejado de la verdad. Creer en esa mentira le ha causado mucho
sufrimiento a la humanidad. Esas diez Leyes espirituales son supuestas para
todos los hombres en todas las naciones a través del tiempo. La ruptura del pacto
no disminuye su efecto. Las Leyes de Dios existen desde antes que el pacto
fuese hecho con Israel. Jesús tuvo que morir porque las reglas fueron
quebrantadas. Después del primer acuerdo del pacto para recordarle a los
Israelitas sus pecados, las leyes ceremoniales y rituales no fueron parte de
los Diez Mandamientos (Jer. 7:22 y Gal. 3:19).
Moisés habla con el ángel de
Dios
Mientras se
acercaba a la cima, Moisés podía sentir la presencia poderosa.
“Quédate dónde
estas, Moisés,” una voz fuerte dijo.
Asustado, Moisés
paro y miró alrededor.
“Permanecerás
aquí mientras te digo mas sobre lo que debes decirle a los Israelitas y otras
cosas que debes hacer,” la voz continuó.
Durante los
siguientes cuarenta días Moisés paso muchas horas escuchando de cerca las
instrucciones de Dios a través de Su Ángel. Mientras estuvo allí Moisés ayunó,
lo que quiere decir que no comió ni bebió agua (Deut. 9:9).
Entre las cosas
que Moisés aprendió que debía hacer, estaba recordar la instrucción para
construir un Tabernáculo portátil en el cual debía hacerse el contacto con Dios
durante el viaje a Canaán. Aprendió que Aarón y sus hijos debían ser los Sumos
Sacerdotes, cuyos deberes y equipamientos fueron explicados (Ex. capítulos
25-31).
Vea el papel El
Tabernáculo en el Desierto (No. CB42) para los detalles de estas instrucciones dadas a
Moisés
La orden del sábado repetida
Dios enfatizo
la importancia de la observancia del sábado, refiriéndose a los sábados
semanales y sábados anuales. Dile a los Israelitas, “Mis Sábados son santos.
Son una señal para siempre entre mi y ustedes por todas vuestras generaciones,
así sabréis que yo soy el Señor, quien os santifica. Es un acuerdo eterno que
su pueblo será bendecido con tal de que me obedezcan con relación a mis días
santos. Los que rehúsen obedecer morirán” (Ex. 31:12-17).
A los cuarenta
días cerca de la cumbre de la montaña, el ángel de Dios termino la reunión
produciendo dos tablas de piedra elegante, en cuyos lados estaban bellamente
grabados los Diez Mandamientos (Ex. 31:18 y 32:15-16).
“¡Vete ahora!”
El Señor le ordenó a Moisés. “Vuelve rápidamente al campamento.”
Desconcertado
por esta petición de salir apresuradamente, Moisés agarró firmemente las tablas
de piedra y caminó a grandes pasos hacia abajo del sendero. Mientras él
caminaba rápidamente, la voz lo siguió con la sorprendente información que los
Israelitas abajo estaban en ese momento rompiendo el pacto cayendo en un
comportamiento desenfrenado alrededor de un ídolo de metal. Moisés estaba tan
pasmado que cayó de rodillas para rogarle a Dios que fuera compasivo con el
pueblo.
“Conozco a este
pueblo,” el Señor dijo furioso. “¡Son rebeldes y tercos! De ti, que has sido un
siervo fiel, todavía puedo producir una gran nación. Por lo que respecta a la mayoría
de los Israelitas, debería arrasarlos con fuego del cielo en el valle” (Ex.
32:7-10).
“En tu
misericordia los ha traído hasta aquí. Por favor no des razón a los egipcios
para que digan que usaste tu poder sacándolos de Egipto sólo para matarlos en
el Monte Sinaí,” Moisés imploró. “Recuerda tu promesa a Abraham, Isaac y Jacob.
Tú les dijiste que multiplicarías su descendencia como las estrellas. Les
prometiste Canaán a sus hijos. ¿Cómo pueden recibirlo si los destruyes?” (vv.
11-13).
“Tu trata con
los que han caído en idolatría hoy,” el Señor le dijo a Moisés. “Búscalos y
castígalos. Si fallas, los destruiré.”
Moisés titubeo
sólo lo suficiente como para dar gracias. En muy poco alcanzó el lugar donde
había dejado a Josué cuarenta días antes. Cuando Josué preguntó lo sucedido y
que era lo que traía, Moisés apenas lo escucho.
“Te explicare luego,” Moisés le dijo a Josué. “Debemos apresurarnos hasta el valle a detener una cosa terrible que esta ocurriendo allí.”
Mientras tanto,
en el campamento, el pueblo se preguntaba por qué Moisés tomaba tanto tiempo
para volver. Se inquietaron sin su líder. Pero deberían haber recordado su
acuerdo de obedecer a Dios en todo lo que Moisés les había dicho.
A pesar de
todos los milagros que Dios había hecho a Israel en su tiempo de angustia,
algunas personas desearon aferrarse a los hábitos de adoración de ídolos que
habían adquirido en Egipto. Incluso mientras el fuego y el humo en el Monte Sinaí
proclamaban la presencia de Dios, estas personas se quejaron que la ausencia de
Moisés mostraba que Dios los había olvidado.
El pueblo se reunió
alrededor de Aarón y dijeron, “¡Necesitamos que un líder nos lleve a un mejor
lugar!” Los más rebeldes declararon, “¡Y necesitamos un dios que podamos ver y
que hará más por nosotros!” En sólo unos pocos días los querellosos habían creado
tal confusión en los campamentos que miles fueron movidos a un tono enojado
(Ex. 32:1).
Aarón les
contestó, “Quítense los pendientes de oro que llevan puestos y tráiganmelos.”
Así que toda la gente se quitó sus pendientes y se los dio a Aarón. Él tomó lo
que le dieron y lo convirtió en un ídolo de fundición con forma de becerro, moldeándolo
con una herramienta. Luego dijeron, “Estos son tus dioses, Oh Israel, que te
sacaron de Egipto” (Ex. 32:2-4).
En la ausencia
de su líder el pueblo volvió rápidamente a adorar a los dioses extranjeros que habían
utilizado en Egipto. Aarón, como Sumo Sacerdote, hizo una cosa muy equivocada
aquí. Él debió haber tomado el control de la situación y debió haber guiado al
pueblo en la adoración del Único Dios Verdadero, en lugar de complacerlos
haciendo un ídolo. El becerro fue hecho en el símbolo de los pendientes que las
personas llevaban puestos en sus orejas. Tanto los pendientes y el becerro
fueron llamados dioses. El becerro era un símbolo religioso del dios de la luna
que era adorado por los egipcios. En el medio oriente el dios de la luna era
llamado Sin, del cual proviene nuestra palabra pecado.
Aarón luego
ordenó construir un altar grande delante de la tienda en la cual estaba la
imagen del becerro. Cuando estuvo terminado, él envió mensajeros a toda la
gente para proclamar que el siguiente día sería un día festivo para Dios (Ex.
32:5). Él usaba prácticas del paganismo en un intento de adorar al Único Dios
Verdadero.
Temprano la
mañana siguiente el pueblo comenzó a reunirse alrededor del becerro, trayendo
animales para holocaustos y ofrendas de paz. Después se sentaron a comer y
beber y se regocijaron (Ex. 32:6). Éste era un festín pagano, a pesar que el
pueblo pensaba que adoraban a Dios.
Los cuernos del
becerro de oro representan la luna creciente, que puede verse. Era así un
símbolo visible de un dios pagano. Por otra parte, el Único Dios Verdadero es
invisible y nunca ha sido visto por ningún hombre (Jn. 1:18; 1 Tim. 6:16). Él
es representado por la conjunción en la Luna Nueva, que es invisible. Esta
práctica de adorar estatuas y otros iconos visibles ha pasado a través de los
siglos y es todavía muy común. El sistema pagano establecido por el pueblo
mientras Moisés estaba con Dios puede ser comparado con los falsos sistemas
religiosos de hoy en la ausencia del Mesías.
Moisés había
permanecido en la montaña por cuarenta días y cuarenta noches. Esto debía
simbolizar los cuarenta Jubileos (2,000 años) que Cristo debía estar ausente,
desde su primera venida hasta su segunda venida. Jesús también ayunó cuarenta
días y cuarenta noches en el desierto (Mt. 4:1-2).
El regreso al campamento
Moisés regreso
y bajó la montaña con las dos tablas del Testimonio en sus manos. Fueron
inscritas por ambos lados, frente y reverso. Las tablas fueron el trabajo de
Dios; la escritura era la escritura del ángel de Dios, grabada en las tablas
(Ex. 32:15-16). Las dos tablas representaban dos aspectos del único pacto, dos
Mesías (qué era una persona) y dos aspectos de la nación (Israel espiritual y
físico).
Cuando Josué
oyó el ruido de la gente gritando, dijo a Moisés, “Hay sonido de guerra en el
campamento.” Moisés contestó y dijo que no era el sonido de la derrota o de la
victoria lo que podía oír, sino el sonido de un cantar (Ex. 32:17-18).
Cuando Moisés
se acercó al campamento y vio al becerro y el baile, su ira se encendió. Él
lanzo las tablas de su mano, haciéndolas pedazos al pie de la montaña. Y tomó
al becerro que habían hecho y lo quemó en el fuego; luego lo molió hasta hacerlo
polvo, lo esparció en el agua e hizo a los Israelitas beberlo (Ex. 32:19-20).
Rompiendo las tablas Moisés estaba testificando contra Israel que había
quebrantado el pacto.
Moisés entonces
le dijo a Aarón, “¿Qué te hizo este pueblo, que los has conducido a tan grande
pecado?”
“Tu sabes
qué tan propenso al mal es este pueblo,” Aarón dijo. Él le contó a Moisés sobre
las personas quejándose y quejándose y cómo el pidió los pendientes de oro.
“¡Luego me dieron su oro, y lo eché en el fuego, y salió este becerro!”. Aarón
decía que no era su culpa; que el hizo sólo lo que el pueblo le pidió. Aquí
vemos al Sumo Sacerdote haciendo excusas por romper las Leyes de Dios. Vemos
las mismas excusas hoy cuando el sacerdocio debería saber mejor aún, como
ejemplo, todavía guardan un calendario que está equivocado. Continuar con un
calendario incorrecto es continuar en la adoración incorrecta al Único Dios
Verdadero.
Moisés
consideró que esa era una respuesta pobre de parte de Aarón. Él vio cómo el
pueblo andaba descontrolado y que Aarón los dejó salir de control. Moisés se
puso de pie en la entrada del campamento y dijo, “Cualquiera que este
por el Señor, venga a mí.” Y todos los Levitas se unieron a él (Ex. 32:25-26).
Moisés dijo que
Dios esperaba que los que rompieron en pacto fueran castigados. Él lo haría a
través de las espadas de estos Levitas dedicados. Los Levitas eran los hijos de
Levi, un hijo de Israel, que eran los sacerdotes y los oficiales del
Tabernáculo y el sistema de culto en Israel.
Luego Moisés
les dijo, “Vayan por todo el campamento de un extremo a otro, y cada uno mate a
su hermano y a su amigo y a su vecino.” Los Levitas hicieron como Moisés
ordeno, y ese día cerca de tres mil del pueblo murieron (vv. 27-28).
Moisés usó al
sacerdocio leal para matar al sacerdocio desleal. Salieron en defensa del Señor
a costa de las vidas de sus hijos, hermanos y vecinos. Aquí vemos al sacerdocio
siendo santificado por las acciones que tomaron, y de cual acción tres mil
hombres tuvieron que morir. Este proceso fue simbolizado en el Pentecostés en
la Iglesia del primer siglo cuando tres mil fueron bautizados y añadidos a la
Iglesia en un día (Hechos 2:41). Para entender esto necesitamos recordar que
cuando somos bautizados y sumergidos en el agua, morimos para el mundo y somos
levantados al sacerdocio de Melquisedec.
Moisés regresa a la cima del
Sinaí
Al día
siguiente, durante el luto por los muertos, Moisés dijo al pueblo, “Ustedes han
cometido un gran pecado. Pero ahora me acercaré al Señor; quizá pueda hacer
expiación por su pecado” (Ex. 32:30).
Así Moisés
volvió al Señor y dijo, “¡Oh, qué gran pecado ha cometido este pueblo!, Por
favor perdona su pecado – pero si no, entonces bórrame a mí del libro que has
escrito” (vv. 31-32).
Aquí vemos que
Moisés se ofrecía a sí mismo como sacrificio en lugar del pueblo. De la misma
forma que el Mesías entregó su vida por todos nuestros pecados. Tal como Moisés
regresó al monte para buscar la expiación del pecado del pueblo, así también el
Mesías regresó a su Padre en el cielo después que resucito de los muertos. Él
ascendió al cielo como la Ofrenda de la Gavilla Mecida. Para mayor información
sobre esto vea el papel Días Santos de Dios (No.
CB22)
El ángel del
Señor luego hablo palabras de Dios a Moisés, “Al que haya pecado contra de mí,
a ese borraré de mi libro. Ahora ve y lleva a este pueblo al lugar que te dije
y mi Ángel ira delante de ti. Sin embargo, cuando llegue el momento de
castigarlos, los castigaré por su pecado.” Luego el Señor hirió al pueblo con
una plaga por lo que hicieron con el becerro que Aarón habían hecho (Ex.
32:33-35).
Otra vez el
ángel del Señor hablo palabras de Dios a Moisés, “Deja este lugar, tú y el
pueblo que sacaste de Egipto, y ve a la tierra que prometí bajo juramento a
Abraham, Isaac y Jacob. Enviaré a un ángel delante de ti para expulsar a tus
enemigos pero yo no iré con ustedes porque son un pueblo terco, y los podría
destruir en el camino” (Ex. 33:1-3).
El pueblo
estaba descontento al saber que Dios iba a quitarse de en medio de ellos. Para
demostrar su arrepentimiento por la idolatría que había tenido lugar, se
negaron ellos mismos el uso de su joyería y su ropa adornada, habiendo sido
instruidos por Moisés que debían mostrar humildad (Ex. 33:4-6). Esto era una
señal de luto y arrepentimiento por su pecado.
En las últimas semanas, Moisés había ido a una Tienda especial fuera del campamento cuando necesitaba hablar con Dios. Las personas sabrían cuando hiciera esto, porque la nube descendería sobre la Tienda. Pero después que Dios decidió no estar tan cerca de los Israelitas, Moisés movió la Tienda a una distancia realmente larga donde el ángel de Dios le encontraría en la nube. El pueblo noto esto, y fue afectado emocionalmente, pero estuvo agradecido de que Moisés y Dios no los dejaron totalmente.
Moisés y la gloria del señor
En una de sus
visitas con el ángel, Moisés atrevidamente inquirió sobre cómo debería hacer
para enrumbar a los Israelitas de nuevo hacia Canaán. A Moisés le agradaron las
noticias que el ángel del Señor continuaría ayudándolo a guiar a los
Israelitas.
Moisés tuvo un
repentino fuerte deseo de ver como era este ser, así que él dijo, “Ahora
muéstrame tu Gloria.” El Señor dijo, “Causaré que toda mi bondad pase delante
de ti, pero no veras mi cara, pues nadie me puede ver en mi estado glorificado
y seguir viviendo. Sin embargo, ponte de pie en esta roca a mi lado. Y cuando
mi Gloria pase, te pondré en la hendidura de la roca y te cubriré con mi mano
hasta que haya pasado. Luego quitaré mi mano y verás mi espalda, pero no mi
cara” (Ex. 33:12-22).
Nuevas tablas de piedra
Moisés recibió
instrucciones de cincelar dos nuevas tablas de piedra como las primeras. Al día
siguiente él tomó las tablas y fue arriba del Monte Sinaí temprano por la
mañana. Al mismo momento que la nube bajaba para cubrir el pico de la montaña.
Luego el Señor
bajó en una nube y estuvo allí con Moisés y proclamó Su nombre, el Señor.
Y él pasó
delante de Moisés proclamando, “Soy compasivo y gentil, tardo para la ira,
cariñoso y fiel. Mi amor por millares no debe ser balanceado. Perdono a los
hombres sus pecados, pero castigaré a los que continúan en su culpabilidad.
Traeré castigo sobre sus hijos, nietos y bisnietos” (Ex. 34:5-6).
Moisés se
inclinó a tierra y dijo, “Si he encontrado favor en ti, perdona los pecados de
mi pueblo terco”, Moisés exclamó. “¡Mora con nosotros! No nos aísles de tu
protección y tus bendiciones” (vv. 7-9).
Luego el Señor
dijo, “Hago un pacto con ustedes. Haré cosas grandes y maravillosas por tu
pueblo que nunca han sido hechas antes.”
El ángel
procedió a repetir los mandamientos que él ya había revelado durante los
primeros cuarenta días y noches de Moisés en la montaña. Moisés permaneció otra
vez por el mismo tiempo, ayunando y siendo sustentado por el poder divino.
Cuando por fin Moisés regresó al campamento, él estaba feliz de no encontrar
problemas allí y llevo las nuevas tablas y la promesa de un pacto renovado. Así
por segunda vez los Diez Mandamientos fueron escritos en piedra (Ex. 34:27-28;
Deut. 10:1-5).
Al acercarse a
las laderas de la montaña, él estaba asustado porque las primeras personas que
lo encontraron le quedaban viendo y retrocedían con temor.
¡“Miren su cara!” Murmuraron temerosamente.
¿“Por
qué están viéndome con la mirada fija?” Moisés preguntó. “¿No me reconocen?”
Nadie contestó. Los espectadores silenciosamente se mantuvieron alejados de él.
Cuando Moisés aumentaba sus pasos, la multitud se retiraba más rápido.
Repentinamente Moisés vio a Aarón, y lo llamó por señas. Incluso Aarón parecía
indeciso de acercarse a el.
¿“Por
que todos se me apartan?” Moisés le preguntó a Aarón.
Pronto
fue evidente para los dos hombres que la cercanía a la Gloria de Dios había
causado que la piel de Moisés brillara con un brillo tan divino que su
semblante era apenas perceptible. Fue necesario que él se cubriera su cabeza
para impedir que el pueblo se alarmara de nuevo.
La
mañana siguiente él congregó a los ancianos para decirles lo que había pasado.
Porque su piel todavía resplandecía brillantemente, el mantuvo un velo sobre su
cara. Esto fue necesario, especialmente después cuando él se dirigió a la
multitud, para evitar que los niños se asustaran. Cuando él hablaba con toda la
gente, él les recordaba que fielmente y cuidadosamente debían observar los
sábados (Ex. 35:1-2).
Cómo los hombres falsifican la ley de Dios
Muchos hombres
que se hacen pasar por ministros de Dios dicen que no es posible obedecer Sus
Leyes espirituales eternas, y que aquellos que tratan de hacerlo se colocan
ellos mismos bajo una maldición. Dicen que Jesús clavo los Diez Mandamientos en
la cruz (estaca). Pero las Leyes no fueron anuladas por este acto.
Los Diez
Mandamientos no fueron clavados en la cruz. Cristo fue clavado en una estaca
para pagar por los pecados de la gente muriendo. Como el Mesías fue el
sacrificio supremo, las leyes temporales relacionadas con los sacrificios ya no
son necesarias. Fueron dadas en los días de Moisés para recordarle al hombre sus
pecados y de su Salvador que vendría. Como Cristo ya vino, entonces no las
necesitamos hoy (Gal. 3:19 y Heb. 10:3-4). Pero los Diez Mandamientos son
eternos. Son espirituales, no ceremoniales.
La vida eterna,
un regalo de Dios, no puede ser ganada, y Dios no la dará sino le obedecemos.
Debe haber arrepentimiento de pecados, que es una pena profunda para cosas
equivocadas que hemos hecho. Cada ser humano ha pecado al dejar de obedecer las
Leyes sagradas de Dios.
En el
arrepentimiento, Dios tiene el gusto de perdonar y quitar el pecado borrando
todos los errores pasados. Pero para ganar la vida eterna, uno debe vivir desde
entonces de acuerdo con las reglas del Creador, que son para felicidad, buena
salud y éxito. A menudo son difíciles de obedecer. Sin embargo, a través de su Espíritu
Santo Dios nos da la habilidad para vencer y una esperanza cada vez mayor de
convertirnos en un hijo espiritual de Dios (Mt. 10:22).
Desafortunadamente,
la mayoría de las llamadas Iglesias Cristianas enseñan lo contrario de muchas
cosas que Dios revela a través de la Biblia.
Habiendo
advertido a las personas de la importancia de observar el sábado, Moisés les
esbozo a ellos el plan maravilloso para un lugar en el cual Dios podía estar
con ellos mientras se movían hacia Canaán.
“Aunque hemos
pecado grandemente, nuestro Dios ha prometido permanecer en medio de nosotros
mientras le obedezcamos,” Moisés le dijo a los Israelitas.
q