Iglesias Cristianas de Dios

[CB41]

 

 

 

Rebelión contra las Leyes de Dios

 

(Edición 2.0 01082004-11122006)

 

Entonces toda la gente se quitó sus pendientes y los dio a Aarón y él hizo un ídolo de fundición con la forma de un becerro. Este papel ha sido adaptado de los capítulos 27-30 de Bible Story Volume II por Basil Wolverton, publicado por Ambassador College Press, y El Becerro de Oro (No. 222) publicado por CCG.

 

 

 

 

 

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Rebelión contra las Leyes de Dios

 


Continuamos aquí del papel Moisés y los Israelitas Moviéndose hacia el Sinaí (No. CB40)

 

¿Que era el pacto?

Adán y Eva fueron instruidos en las Leyes de Dios y les fue ofrecido el árbol de la Vida (Gn. 2:16-25). Fallaron porque pecaron y fueron removidos de su relación con Dios. Mientras continuaba el tiempo las generaciones de Adán se volvieron muy malas, así que Dios destruyó la Tierra bajo Noé por el diluvio. Dios luego se dispuso a hacer un pacto con unas personas que él usaría como un ejemplo para las naciones.

 

Él hizo un pacto con Abraham que paso luego a su hijo Isaac, y luego a su nieto Jacob. Jacob fue llamado Israel y tuvo doce hijos, las generaciones de quienes se conocieron como los Israelitas. El pacto fue hecho con Israel porque Dios honra sus promesas. Estas promesas pasaron a través de las generaciones.

 

El pacto o acuerdo hecho en el Monte Sinaí fue entre Dios e Israel. Fue una promesa obligatoria que Dios siempre cuidaría de Israel, quien siempre sería fiel y no tendría nada que ver con los dioses falsos de otras naciones.

 

Las reglas del pacto eran los Diez Mandamientos y las leyes civiles dadas mas tarde en el Monte Sinaí. Los términos eran que Israel debía permanecer fiel obedeciendo las leyes de Dios para asegurar su felicidad, buena salud, muchos hijos y prosperidad. La infidelidad significaría sufrimiento, enfermedad, y pobreza.

 

Sin embargo, Israel fue incapaz de mantener su acuerdo con Dios y quebrantó el pacto. La mayoría del pueblo fallo en el desierto. No le obedecieron a Dios y no creyeron en lo que él dijo. Como castigo, murieron en el desierto y sólo sus hijos entraron en la tierra prometida.

 

Siglos más tarde, cuando Jesucristo vino a la Tierra, elaboro los términos para un acuerdo renovado con el Israel espiritual. Este pacto fue ampliado para incluir a todas las naciones del mundo. Jesús se convirtió en el mediador de un pacto que era de un sistema nuevo y superior. Asimismo, Moisés fue el agente o mediador del antiguo pacto. Sin embargo, no había dos pactos separados, sino dos elementos del único pacto.

 

Muchas denominaciones religiosas enseñan que por causa que un nuevo pacto fue hecho, los Diez Mandamientos están invalidados y no tienen que ser obedecidos. Nada puede estar más alejado de la verdad. Creer en esa mentira le ha causado mucho sufrimiento a la humanidad. Esas diez Leyes espirituales son supuestas para todos los hombres en todas las naciones a través del tiempo. La ruptura del pacto no disminuye su efecto. Las Leyes de Dios existen desde antes que el pacto fuese hecho con Israel. Jesús tuvo que morir porque las reglas fueron quebrantadas. Después del primer acuerdo del pacto para recordarle a los Israelitas sus pecados, las leyes ceremoniales y rituales no fueron parte de los Diez Mandamientos (Jer. 7:22 y Gal. 3:19).

 

Moisés habla con el ángel de Dios

Mientras se acercaba a la cima, Moisés podía sentir la presencia poderosa.

 

“Quédate dónde estas, Moisés,” una voz fuerte dijo.

 

Asustado, Moisés paro y miró alrededor.

 

“Permanecerás aquí mientras te digo mas sobre lo que debes decirle a los Israelitas y otras cosas que debes hacer,” la voz continuó.

 

Durante los siguientes cuarenta días Moisés paso muchas horas escuchando de cerca las instrucciones de Dios a través de Su Ángel. Mientras estuvo allí Moisés ayunó, lo que quiere decir que no comió ni bebió agua (Deut. 9:9).

 

Entre las cosas que Moisés aprendió que debía hacer, estaba recordar la instrucción para construir un Tabernáculo portátil en el cual debía hacerse el contacto con Dios durante el viaje a Canaán. Aprendió que Aarón y sus hijos debían ser los Sumos Sacerdotes, cuyos deberes y equipamientos fueron explicados (Ex. capítulos 25-31).

 

Vea el papel El Tabernáculo en el Desierto (No. CB42) para los detalles de estas instrucciones dadas a Moisés

 

La orden del sábado repetida

Dios enfatizo la importancia de la observancia del sábado, refiriéndose a los sábados semanales y sábados anuales. Dile a los Israelitas, “Mis Sábados son santos. Son una señal para siempre entre mi y ustedes por todas vuestras generaciones, así sabréis que yo soy el Señor, quien os santifica. Es un acuerdo eterno que su pueblo será bendecido con tal de que me obedezcan con relación a mis días santos. Los que rehúsen obedecer morirán” (Ex. 31:12-17).

 

A los cuarenta días cerca de la cumbre de la montaña, el ángel de Dios termino la reunión produciendo dos tablas de piedra elegante, en cuyos lados estaban bellamente grabados los Diez Mandamientos (Ex. 31:18 y 32:15-16).

 

“¡Vete ahora!” El Señor le ordenó a Moisés. “Vuelve rápidamente al campamento.”

 

Desconcertado por esta petición de salir apresuradamente, Moisés agarró firmemente las tablas de piedra y caminó a grandes pasos hacia abajo del sendero. Mientras él caminaba rápidamente, la voz lo siguió con la sorprendente información que los Israelitas abajo estaban en ese momento rompiendo el pacto cayendo en un comportamiento desenfrenado alrededor de un ídolo de metal. Moisés estaba tan pasmado que cayó de rodillas para rogarle a Dios que fuera compasivo con el pueblo.

 

“Conozco a este pueblo,” el Señor dijo furioso. “¡Son rebeldes y tercos! De ti, que has sido un siervo fiel, todavía puedo producir una gran nación. Por lo que respecta a la mayoría de los Israelitas, debería arrasarlos con fuego del cielo en el valle” (Ex. 32:7-10).

 

“En tu misericordia los ha traído hasta aquí. Por favor no des razón a los egipcios para que digan que usaste tu poder sacándolos de Egipto sólo para matarlos en el Monte Sinaí,” Moisés imploró. “Recuerda tu promesa a Abraham, Isaac y Jacob. Tú les dijiste que multiplicarías su descendencia como las estrellas. Les prometiste Canaán a sus hijos. ¿Cómo pueden recibirlo si los destruyes?” (vv. 11-13).

 

“Tu trata con los que han caído en idolatría hoy,” el Señor le dijo a Moisés. “Búscalos y castígalos. Si fallas, los destruiré.”

 

Moisés titubeo sólo lo suficiente como para dar gracias. En muy poco alcanzó el lugar donde había dejado a Josué cuarenta días antes. Cuando Josué preguntó lo sucedido y que era lo que traía, Moisés apenas lo escucho.

 

“Te explicare luego,” Moisés le dijo a Josué. “Debemos apresurarnos hasta el valle a detener una cosa terrible que esta ocurriendo allí.”

 

El becerro de oro

Mientras tanto, en el campamento, el pueblo se preguntaba por qué Moisés tomaba tanto tiempo para volver. Se inquietaron sin su líder. Pero deberían haber recordado su acuerdo de obedecer a Dios en todo lo que Moisés les había dicho.

 

A pesar de todos los milagros que Dios había hecho a Israel en su tiempo de angustia, algunas personas desearon aferrarse a los hábitos de adoración de ídolos que habían adquirido en Egipto. Incluso mientras el fuego y el humo en el Monte Sinaí proclamaban la presencia de Dios, estas personas se quejaron que la ausencia de Moisés mostraba que Dios los había olvidado.

 

El pueblo se reunió alrededor de Aarón y dijeron, “¡Necesitamos que un líder nos lleve a un mejor lugar!” Los más rebeldes declararon, “¡Y necesitamos un dios que podamos ver y que hará más por nosotros!” En sólo unos pocos días los querellosos habían creado tal confusión en los campamentos que miles fueron movidos a un tono enojado (Ex. 32:1).

 

Aarón les contestó, “Quítense los pendientes de oro que llevan puestos y tráiganmelos.” Así que toda la gente se quitó sus pendientes y se los dio a Aarón. Él tomó lo que le dieron y lo convirtió en un ídolo de fundición con forma de becerro, moldeándolo con una herramienta. Luego dijeron, “Estos son tus dioses, Oh Israel, que te sacaron de Egipto” (Ex. 32:2-4).

 

En la ausencia de su líder el pueblo volvió rápidamente a adorar a los dioses extranjeros que habían utilizado en Egipto. Aarón, como Sumo Sacerdote, hizo una cosa muy equivocada aquí. Él debió haber tomado el control de la situación y debió haber guiado al pueblo en la adoración del Único Dios Verdadero, en lugar de complacerlos haciendo un ídolo. El becerro fue hecho en el símbolo de los pendientes que las personas llevaban puestos en sus orejas. Tanto los pendientes y el becerro fueron llamados dioses. El becerro era un símbolo religioso del dios de la luna que era adorado por los egipcios. En el medio oriente el dios de la luna era llamado Sin, del cual proviene nuestra palabra pecado.

 

Aarón luego ordenó construir un altar grande delante de la tienda en la cual estaba la imagen del becerro. Cuando estuvo terminado, él envió mensajeros a toda la gente para proclamar que el siguiente día sería un día festivo para Dios (Ex. 32:5). Él usaba prácticas del paganismo en un intento de adorar al Único Dios Verdadero.

 

Temprano la mañana siguiente el pueblo comenzó a reunirse alrededor del becerro, trayendo animales para holocaustos y ofrendas de paz. Después se sentaron a comer y beber y se regocijaron (Ex. 32:6). Éste era un festín pagano, a pesar que el pueblo pensaba que adoraban a Dios.

 

Los cuernos del becerro de oro representan la luna creciente, que puede verse. Era así un símbolo visible de un dios pagano. Por otra parte, el Único Dios Verdadero es invisible y nunca ha sido visto por ningún hombre (Jn. 1:18; 1 Tim. 6:16). Él es representado por la conjunción en la Luna Nueva, que es invisible. Esta práctica de adorar estatuas y otros iconos visibles ha pasado a través de los siglos y es todavía muy común. El sistema pagano establecido por el pueblo mientras Moisés estaba con Dios puede ser comparado con los falsos sistemas religiosos de hoy en la ausencia del Mesías.

 

Moisés había permanecido en la montaña por cuarenta días y cuarenta noches. Esto debía simbolizar los cuarenta Jubileos (2,000 años) que Cristo debía estar ausente, desde su primera venida hasta su segunda venida. Jesús también ayunó cuarenta días y cuarenta noches en el desierto (Mt. 4:1-2).

 

El regreso al campamento

Moisés regreso y bajó la montaña con las dos tablas del Testimonio en sus manos. Fueron inscritas por ambos lados, frente y reverso. Las tablas fueron el trabajo de Dios; la escritura era la escritura del ángel de Dios, grabada en las tablas (Ex. 32:15-16). Las dos tablas representaban dos aspectos del único pacto, dos Mesías (qué era una persona) y dos aspectos de la nación (Israel espiritual y físico).

 

Cuando Josué oyó el ruido de la gente gritando, dijo a Moisés, “Hay sonido de guerra en el campamento.” Moisés contestó y dijo que no era el sonido de la derrota o de la victoria lo que podía oír, sino el sonido de un cantar (Ex. 32:17-18).       

 

Cuando Moisés se acercó al campamento y vio al becerro y el baile, su ira se encendió. Él lanzo las tablas de su mano, haciéndolas pedazos al pie de la montaña. Y tomó al becerro que habían hecho y lo quemó en el fuego; luego lo molió hasta hacerlo polvo, lo esparció en el agua e hizo a los Israelitas beberlo (Ex. 32:19-20). Rompiendo las tablas Moisés estaba testificando contra Israel que había quebrantado el pacto.

 

Moisés entonces le dijo a Aarón, “¿Qué te hizo este pueblo, que los has conducido a tan grande pecado?”

 

 “Tu sabes qué tan propenso al mal es este pueblo,” Aarón dijo. Él le contó a Moisés sobre las personas quejándose y quejándose y cómo el pidió los pendientes de oro. “¡Luego me dieron su oro, y lo eché en el fuego, y salió este becerro!”. Aarón decía que no era su culpa; que el hizo sólo lo que el pueblo le pidió. Aquí vemos al Sumo Sacerdote haciendo excusas por romper las Leyes de Dios. Vemos las mismas excusas hoy cuando el sacerdocio debería saber mejor aún, como ejemplo, todavía guardan un calendario que está equivocado. Continuar con un calendario incorrecto es continuar en la adoración incorrecta al Único Dios Verdadero.

 

Moisés consideró que esa era una respuesta pobre de parte de Aarón. Él vio cómo el pueblo andaba descontrolado y que Aarón los dejó salir de control.  Moisés se  puso de pie en la entrada del campamento y dijo, “Cualquiera que este por el Señor, venga a mí.” Y todos los Levitas se unieron a él (Ex. 32:25-26).

 

Moisés dijo que Dios esperaba que los que rompieron en pacto fueran castigados. Él lo haría a través de las espadas de estos Levitas dedicados. Los Levitas eran los hijos de Levi, un hijo de Israel, que eran los sacerdotes y los oficiales del Tabernáculo y el sistema de culto en Israel. 

 

Luego Moisés les dijo, “Vayan por todo el campamento de un extremo a otro, y cada uno mate a su hermano y a su amigo y a su vecino.” Los Levitas hicieron como Moisés ordeno, y ese día cerca de tres mil del pueblo murieron (vv. 27-28).

 

Moisés usó al sacerdocio leal para matar al sacerdocio desleal. Salieron en defensa del Señor a costa de las vidas de sus hijos, hermanos y vecinos. Aquí vemos al sacerdocio siendo santificado por las acciones que tomaron, y de cual acción tres mil hombres tuvieron que morir. Este proceso fue simbolizado en el Pentecostés en la Iglesia del primer siglo cuando tres mil fueron bautizados y añadidos a la Iglesia en un día (Hechos 2:41). Para entender esto necesitamos recordar que cuando somos bautizados y sumergidos en el agua, morimos para el mundo y somos levantados al sacerdocio de Melquisedec.

 

Moisés regresa a la cima del Sinaí

Al día siguiente, durante el luto por los muertos, Moisés dijo al pueblo, “Ustedes han cometido un gran pecado. Pero ahora me acercaré al Señor; quizá pueda hacer expiación por su pecado” (Ex. 32:30).

 

Así Moisés volvió al Señor y dijo, “¡Oh, qué gran pecado ha cometido este pueblo!, Por favor perdona su pecado – pero si no, entonces bórrame a mí del libro que has escrito” (vv. 31-32).

 

Aquí vemos que Moisés se ofrecía a sí mismo como sacrificio en lugar del pueblo. De la misma forma que el Mesías entregó su vida por todos nuestros pecados. Tal como Moisés regresó al monte para buscar la expiación del pecado del pueblo, así también el Mesías regresó a su Padre en el cielo después que resucito de los muertos. Él ascendió al cielo como la Ofrenda de la Gavilla Mecida. Para mayor información sobre esto vea el papel Días Santos de Dios (No. CB22)

 

El ángel del Señor luego hablo palabras de Dios a Moisés, “Al que haya pecado contra de mí, a ese borraré de mi libro. Ahora ve y lleva a este pueblo al lugar que te dije y mi Ángel ira delante de ti. Sin embargo, cuando llegue el momento de castigarlos, los castigaré por su pecado.” Luego el Señor hirió al pueblo con una plaga por lo que hicieron con el becerro que Aarón habían hecho (Ex. 32:33-35).

 

Otra vez el ángel del Señor hablo palabras de Dios a Moisés, “Deja este lugar, tú y el pueblo que sacaste de Egipto, y ve a la tierra que prometí bajo juramento a Abraham, Isaac y Jacob. Enviaré a un ángel delante de ti para expulsar a tus enemigos pero yo no iré con ustedes porque son un pueblo terco, y los podría destruir en el camino” (Ex. 33:1-3).

 

El pueblo estaba descontento al saber que Dios iba a quitarse de en medio de ellos. Para demostrar su arrepentimiento por la idolatría que había tenido lugar, se negaron ellos mismos el uso de su joyería y su ropa adornada, habiendo sido instruidos por Moisés que debían mostrar humildad (Ex. 33:4-6). Esto era una señal de luto y arrepentimiento por su pecado.

 

La tienda del encuentro

En las últimas semanas, Moisés había ido a una Tienda especial fuera del campamento cuando necesitaba hablar con Dios. Las personas sabrían cuando hiciera esto, porque la nube descendería sobre la Tienda. Pero después que Dios decidió no estar tan cerca de los Israelitas, Moisés movió la Tienda a una distancia realmente larga donde el ángel de Dios le encontraría en la nube. El pueblo noto esto, y fue afectado emocionalmente, pero estuvo agradecido de que Moisés y Dios no los dejaron totalmente.

 

Moisés y la gloria del señor

En una de sus visitas con el ángel, Moisés atrevidamente inquirió sobre cómo debería hacer para enrumbar a los Israelitas de nuevo hacia Canaán. A Moisés le agradaron las noticias que el ángel del Señor continuaría ayudándolo a guiar a los Israelitas.

 

Moisés tuvo un repentino fuerte deseo de ver como era este ser, así que él dijo, “Ahora muéstrame tu Gloria.” El Señor dijo, “Causaré que toda mi bondad pase delante de ti, pero no veras mi cara, pues nadie me puede ver en mi estado glorificado y seguir viviendo. Sin embargo, ponte de pie en esta roca a mi lado. Y cuando mi Gloria pase, te pondré en la hendidura de la roca y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Luego quitaré mi mano y verás mi espalda, pero no mi cara” (Ex. 33:12-22).

 

Nuevas tablas de piedra

Moisés recibió instrucciones de cincelar dos nuevas tablas de piedra como las primeras. Al día siguiente él tomó las tablas y fue arriba del Monte Sinaí temprano por la mañana. Al mismo momento que la nube bajaba para cubrir el pico de la montaña.

 

Luego el Señor bajó en una nube y estuvo allí con Moisés y proclamó Su nombre, el Señor.

 

Y él pasó delante de Moisés proclamando, “Soy compasivo y gentil, tardo para la ira, cariñoso y fiel. Mi amor por millares no debe ser balanceado. Perdono a los hombres sus pecados, pero castigaré a los que continúan en su culpabilidad. Traeré castigo sobre sus hijos, nietos y bisnietos” (Ex. 34:5-6).

 

Moisés se inclinó a tierra y dijo, “Si he encontrado favor en ti, perdona los pecados de mi pueblo terco”, Moisés exclamó. “¡Mora con nosotros! No nos aísles de tu protección y tus bendiciones” (vv. 7-9).

 

Luego el Señor dijo, “Hago un pacto con ustedes. Haré cosas grandes y maravillosas por tu pueblo que nunca han sido hechas antes.”

 

El ángel procedió a repetir los mandamientos que él ya había revelado durante los primeros cuarenta días y noches de Moisés en la montaña. Moisés permaneció otra vez por el mismo tiempo, ayunando y siendo sustentado por el poder divino. Cuando por fin Moisés regresó al campamento, él estaba feliz de no encontrar problemas allí y llevo las nuevas tablas y la promesa de un pacto renovado. Así por segunda vez los Diez Mandamientos fueron escritos en piedra (Ex. 34:27-28; Deut. 10:1-5).

 

Al acercarse a las laderas de la montaña, él estaba asustado porque las primeras personas que lo encontraron le quedaban viendo y retrocedían con temor.

 

¡“Miren su cara!” Murmuraron temerosamente.

 

Moisés regresa

¿“Por qué están viéndome con la mirada fija?” Moisés preguntó. “¿No me reconocen?” Nadie contestó. Los espectadores silenciosamente se mantuvieron alejados de él. Cuando Moisés aumentaba sus pasos, la multitud se retiraba más rápido. Repentinamente Moisés vio a Aarón, y lo llamó por señas. Incluso Aarón parecía indeciso de acercarse a el.

 

¿“Por que todos se me apartan?” Moisés le preguntó a Aarón.

 

Pronto fue evidente para los dos hombres que la cercanía a la Gloria de Dios había causado que la piel de Moisés brillara con un brillo tan divino que su semblante era apenas perceptible. Fue necesario que él se cubriera su cabeza para impedir que el pueblo se alarmara de nuevo.

 

La mañana siguiente él congregó a los ancianos para decirles lo que había pasado. Porque su piel todavía resplandecía brillantemente, el mantuvo un velo sobre su cara. Esto fue necesario, especialmente después cuando él se dirigió a la multitud, para evitar que los niños se asustaran. Cuando él hablaba con toda la gente, él les recordaba que fielmente y cuidadosamente debían observar los sábados (Ex. 35:1-2).

 

Cómo los hombres falsifican la ley de Dios

Muchos hombres que se hacen pasar por ministros de Dios dicen que no es posible obedecer Sus Leyes espirituales eternas, y que aquellos que tratan de hacerlo se colocan ellos mismos bajo una maldición. Dicen que Jesús clavo los Diez Mandamientos en la cruz (estaca). Pero las Leyes no fueron anuladas por este acto.

 

Los Diez Mandamientos no fueron clavados en la cruz. Cristo fue clavado en una estaca para pagar por los pecados de la gente muriendo. Como el Mesías fue el sacrificio supremo, las leyes temporales relacionadas con los sacrificios ya no son necesarias. Fueron dadas en los días de Moisés para recordarle al hombre sus pecados y de su Salvador que vendría. Como Cristo ya vino, entonces no las necesitamos hoy (Gal. 3:19 y Heb. 10:3-4). Pero los Diez Mandamientos son eternos. Son espirituales, no ceremoniales.

 

La vida eterna, un regalo de Dios, no puede ser ganada, y Dios no la dará sino le obedecemos. Debe haber arrepentimiento de pecados, que es una pena profunda para cosas equivocadas que hemos hecho. Cada ser humano ha pecado al dejar de obedecer las Leyes sagradas de Dios.

 

En el arrepentimiento, Dios tiene el gusto de perdonar y quitar el pecado borrando todos los errores pasados. Pero para ganar la vida eterna, uno debe vivir desde entonces de acuerdo con las reglas del Creador, que son para felicidad, buena salud y éxito. A menudo son difíciles de obedecer. Sin embargo, a través de su Espíritu Santo Dios nos da la habilidad para vencer y una esperanza cada vez mayor de convertirnos en un hijo espiritual de Dios (Mt. 10:22).

 

Desafortunadamente, la mayoría de las llamadas Iglesias Cristianas enseñan lo contrario de muchas cosas que Dios revela a través de la Biblia.

 

Habiendo advertido a las personas de la importancia de observar el sábado, Moisés les esbozo a ellos el plan maravilloso para un lugar en el cual Dios podía estar con ellos mientras se movían hacia Canaán.

 

“Aunque hemos pecado grandemente, nuestro Dios ha prometido permanecer en medio de nosotros mientras le obedezcamos,” Moisés le dijo a los Israelitas.

 

 

 

 

 

 

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